Se espera para la siguiente semana la caída del carguero Progress, la nave espacial rusa usada para abastecer a la ISS. Hasta ahora nadie sabe dónde caerá. Se ha dicho que puede caer en cualquier lugar del globo entre los paralelos 52N y 52S entre el martes y el jueves siguiente. Casi toda la superficie del planeta y el área más poblada se halla amenazada. No existe manera de poder predecir dónde caerá sino hasta último momento, con cierta aproximación horas antes quizás. Para los adeptos al Dios cristiano, el mejor lugar sería que cayera sobre el mismo Kremlin en la plaza roja de Moscú, pero, de acuerdo a lo hasta ahora previsto, se halla fuera del área. Si Alá existiera sería una gran señal que cayera sobre el Vaticano, como preferirían los de EI. Más allá de los deseos de unos y otros, lo cierto es que no tenemos la menor idea de dónde caerá. De acuerdo a las matemáticas, los cálculos de probabilidad pueden señalar un elevado porcentaje de caída en algún océano, un porcentaje menor sobre tierra, y porcentajes menores en alguna ciudad. ¿Nos hallamos frente al azar? Desde el punto de vista humano sin duda alguna, aunque desde un punto de vista abstracto inferimos que caerá donde deba caer producto de infinidad de variables imposibles de calcular.
Franja señalada en el mapamundi donde caerá el carguero. Pueden visitar la página Web para seguir en vivo la trayectoria de la caída en http://www.satflare.com/track.asp?q=40619#TOP y en http://www.infobae.com/2015/04/30/1725779-vivo-donde-esta-la-nave-rusa-que-cae-descontroladamente-la-tierra
Sobre el azar, en un sitio de Internet un escritor manifiesta:
«En realidad, si el azar como una fuerza determinante o causa existe incluso en la forma más débil, Dios ha sido destronado. La soberanía de Dios y el azar son inherentemente incompatibles. Si el azar causa o determina algo, Dios no es Dios verdaderamente.»
¿Es realmente de esa manera? Dado que se han establecido los atributos que tiene que poseer ese Dios para ser reconocido como tal, entonces, tal como lo expresa este comentarista, existe la obligación a concluir de esa manera, dando una respuesta afirmativa. Para este escritor parece muy claro lo que expresa, pues agrega:
«Pero una vez más, el azar no es una fuerza. El azar no puede hacer que algo suceda. El azar es nada. Simplemente no existe. Y por lo tanto no tiene poder para hacer nada. No puede ser la causa de ningún efecto. Es un imaginario abracadabra. Es contrario a todas las leyes de la ciencia, todos los principios de la lógica, y cada intuición de puro sentido común. Incluso los más básicos principios de la termodinámica, la física y la biología sugieren que el azar, simplemente no puede ser la fuerza determinante que ha traído el orden y la interdependencia que vemos en nuestro universo-y mucho menos la diversidad de vida que encontramos en nuestro propio planeta.»
Para poder entender de qué estamos hablando, nada mejor que entender primero qué es el azar.
Se define al azar como casualidad, sin rumbo ni orden.
«El azar es una combinación de circunstancias o de causas imprevisibles, complejas, no lineales, sin plan previo y sin propósito, que supuestamente provocan que acontezca un determinado acontecimiento que no está condicionado por la relación de causa y efecto ni por la intervención humana o divina. Este acontecimiento puede ser bueno y también puede ser una desgracia causada por la casualidad, la fortuna, el acaso, la suerte. El azar es un caso fortuito, no programado, y si es negativo es un contratiempo.
Si algo fue "al azar" o "por azar", significa que fue por casualidad, de manera fortuita o accidental, involuntario, o sin una intención o un motivo determinado o prefijado, algo que ocurre sin reflexionar sobre ello ni planearlo, algo que no tiene guía ni rumbo, y que no tiene orden u ocurre aleatoriamente.»
Si uno se halla ante una máquina tragamonedas en un casino quizá pueda entender este asunto. Ganar el pozo o perder lo apostado se halla regido por un cálculo matemático preestablecido que nada tiene que ver con el jugador sino con el número de apuestas, montos ingresados y monto acumulado. La máquina se halla ajustada para responder de una determinada manera ante una variable aleatoria, y el azar puede hacer que uno pueda salir ganador saltando de alegría o tener una deuda al día siguiente. Estar en la máquina apropiada en el momento apropiado marca la diferencia, y ciertamente produce resultados, sean buenos o malos, aunque uno no puede saber de antemano en cual máquina jugar, y de eso se trata el azar, que podríamos ampliar su definición como «la parte desconocida».
Amén de lo dicho, conozco y puedo dar prueba de ello, que una persona contra todo pronóstico tenga durante un período de años la “suerte” de ganar en las tragamonedas, acumulando importantes sumas de dinero, mientras otra persona nunca “la pega” por más que se esfuerce en ello. Hay hechos que rompen cualquier cálculo de probabilidad. Pero esto es «harina de otro costal», como reza el dicho.
Las matemáticas de los números parecen demostrar que el azar no existe. Podemos calcular cuántas personas sufrirán un accidente, cuántos aviones caerán o cuántos vehículos chocarán, pero no podemos determinar quiénes los padecerán ni quienes son los que morirán. La probabilidad de que ocurra algo bueno o malo se puede prever, pero a quién le toque y cuándo es imposible de precisar. A aquello que por distintas razones escapa a nuestras posibilidades de cálculo le llamamos azar.
Que una maceta pueda caerse desde un balcón del quinto piso por efecto de la gravedad, si bien el hecho puede englobarse en el marco del determinismo, no es cosa tan simple ni de todos los días, pero es posible que un niño jugando en dicho balcón la haya desplazado y colocado en un lugar muy cercano al borde, luego una ráfaga de viento la hizo tambalear y cae al vacío y al caer se encuentra justo con la cabeza de Juan, una persona joven que pasaba caminando en ese preciso momento para ir a comprar pan. Esa persona era el novio que se iba a casar con Mariana la semana entrante. Al morir, Mariana con el tiempo conoce a otro joven y forman una familia con tres hijos. ¿Fue azar, fue el determinismo, fue predeterminado por el niño o fue dirigido por Dios?
Por lo tanto, la expresión “el azar… no existe” no es correcta, pues de lo contrario no existiría una palabra para señalarlo, y que: “El azar no puede hacer que algo suceda” carece de sentido, pues sí puede hacer que sucedan cosas, y de las más variadas, de las cuales a veces muy pocos se percatan.
En la naturaleza existen muchas fuerzan que actúan. Tenemos las fuerzas geológicas que mueven las placas, formando montañas y volcanes. ¿Quién las dirige? ¿Hay alguien que las regule, o determine dónde va a actuar con mayor potencia y dónde con menos, y a que hora ocurra? Las montañas que se forman luego de millones de años, con macizos y volcanes a los que les ponemos nombres, ¿fueron el resultado de interacciones complejas libres, propias de la naturaleza, o fueron guiadas y determinadas por alguien?
Al formarse montañas el clima cambia, los ciclos del agua depositan nieve, la nieve al derretirse forma lagos y ríos, los ríos desaguan al mar, y una región donde antes de la aparición de las montañas llovía más a menudo y crecían abundantes vegetales de especies robustas cobijando una fauna amplia pasa a un clima más seco y solo prospera en mayor abundancia una flora diferente y una fauna en cercanía a dichos ríos menor y distinta, y la flora fuera de esos ríos es pequeña y xerófila. Todo ese proceso y sus resultantes actuales, ¿se desarrollaron por azar o fueron el resultado de fuerzas guiadas por alguien? ¿Está alguien reflexionando y dirigiendo el rumbo de tales acontecimientos o se halla implícito, predeterminado en las mismas fuerzas que gobiernan la naturaleza?
Zona árida típica de la región patagónica y una vista del Río Negro que la atraviesa
Cuando una llamarada solar llega a la tierra y provoca efectos mientras que en otras ocasiones no, ¿alguien hace que se produzca una explosión nuclear en el sol en el momento preciso para que la tierra al orbitar alrededor del mismo le llegue o no le llegue esa llamarada? Los rayos que caen del cielo, matando a veces animales y personas, ¿son resultados del azar o alguien los planifica? El tsunami del año 2004 en Asia, ¿ocurrió porque alguien hizo que se produjera la larga ruptura geológica submarina descubierta u ocurrió como consecuencia de fuerzas naturales que operan a su propio ritmo sin que nadie las provoque externamente? ¿Alguien modela la tierra acorde a ideas y voluntad cambiante o se modela a si misma por efecto de todas esas fuerzas físicas ya existentes y estables que interactúan entre si? ¿Por qué motivo el continente australiano solo ha tenido en su historia la presencia de mamíferos marsupiales y nada de placentarios? ¿Hubo alguien que decidió tal cosa o fue producto del azar? Si duda, del azar que hablamos no es de un evento solo, sino de algo realmente grande, un azar muy complejo, donde intervienen infinidad de factores propios que existen como parte de la naturaleza. En su conjunto opera produciendo infinidad de resultados distintos acorde a las circunstancias, determinando paisajes, climas, tipos de vida, costumbres, etc.
A pesar que muchas personas se sienten impulsadas a decir que la madre Tierra o “pachamama” está enojada por el maltrato del humano y reacciona produciendo terremotos, volcanes, huracanes, inundaciones, etc., lo cierto es que siempre la humanidad y la vida ha estado a merced de tales manifestaciones naturales. Podemos inferir claramente el accionar de tales eventos producto de muchas variables en función de constantes cosmológicas, fuerzas manifiestas en la materia de magnitudes no caóticas ni azarosas, sino definidas, invariables, y extraordinariamente precisas, responsables del orden imperante, totalmente independiente de lo que piense o realice el ser humano.
Considerando la existencia de tales fuerzas operando en la materia y el vacío, los resultados serán predeterminados por las mismas en función de las variables presentes. Sus magnitudes y proporciones son inmutables, por lo tanto confiables, fieles. En eso probablemente halla pensado Einstein cuando proclamó que ‘Dios no juega a los dados’; o que el Barón de Holbach haya dicho que “el azar no existe”. Sin duda, los números que los dados muestren son imposibles de predecir en un orden exacto por la inmensa cantidad de variables que operan, pero estadísticamente se los puede prever, y por eso llamamos azar a aquello sobre lo cual desconocemos, no podemos conocerlo o simplemente no lo tenemos en cuenta.
Nos hallamos frente a un mundo donde vemos cosas asombrosas. Hay quienes niegan el diseño para desentenderse de un “Diseñador”, pero no podemos negar que la naturaleza manifiesta diseño, actuando en ella las fuerzas existentes mediante las cuales en un continuo movimiento se diseña a si misma de manera constante, sin interrupciones. ¿Cómo es que se hallan implícitas todas las proporciones para la manifestación de tan intrincados y complejos diseños?
Cuando paseando por ciertas geografía vemos montañas, lagos, flora y fauna, hay quienes piensan en un Dios que lo ha creado, sin embargo, fue la misma naturaleza que de manera azarosa, por desconocida en su infinitud de causas, con los medios disponibles y las fuerzas actuantes se modela a si misma. No hubo ningún Dios antropomorfo que desde el cielo se haya encargado de diseñar y crear ese paisaje ni ningún otro, fue la misma naturaleza que lo ha formado, y todas sus posibles manifestaciones ya se hallan predeterminadas. Y lo viene haciendo por millones de años, no es nada nuevo que empezó ayer. Los registros fósiles prueban fuera de toda duda la existencia de vida de distintos órdenes que ha estado depositándose en diferentes estratos geológicos en diferentes épocas.
Fósiles pertenecientes a la formación Rocanense de hace 50 m.a. de antigüedad, donde podemos ver un molde de Nautilus, bivalvos, turitellas, hasta un trozo de coral hallados en lo que ahora es un desierto. A la derecha fósiles hallados en distintos estratos de la formación de un paleolago de hace 80 m.a., mostrando los sectores de donde procedieron. (Imágenes del autor de este post)
Fósil de ictiosaurio arriba y amonite abajo pertenecientes a formaciones marinas del ingreso del océano Pacífico durante el Jurásico en lo que actualmente es la provincia del Neuquén.
Muchos admitirán hasta cierto grado lo expuesto, pero negarán que la vida haya surgido de la nada por azar y que los átomos y los elementos aparecieran por casualidad. Cierto, en ello tienen razón. Pero ¿quién dice que los átomos tuvieron que ser creados y que la vida no existió antes que la tierra se haya formado? Hoy día se suele escuchar de manera muy segura decir que todo empezó en el Big Bang: la materia, el tiempo y el espacio, y que hay pruebas irrefutables de tal suceso, señalando que antes de ese hecho nada existía. ¿Nada? ¿Es cierto eso? Bueno, en líneas generales y rápidamente precipitadas así pareciera, pero en la medida que uno profundiza y reflexiona, se da cuenta que las evidencias son meras interpretaciones de hechos que bien pueden deberse a otras causas desconocidas. La llamada «singularidad» es una muralla infranqueable, es un concepto que los físicos no pueden resolver, con lo cual asegurar que toda la materia tuvo un comienzo en la singularidad es contrario a la ciencia. Existen tantas preguntas que ponen en duda muchas acepciones, las cuales permanecen por ahora inamovibles, producto no tanto de nuestra sapiencia sino más por nuestra ignorancia y apetencias personales.
En cuanto a la vida, es el segundo gran escollo que la ciencia materialista no puede sortear. Pareciera más tentador presuponer que de manera parecida a como se forma un paisaje, apareció la vida gracias a ciertas fuerzas todavía desconocidas existentes en la materia inanimada que por accidente se juntaron y dieron comienzo a la misma. En esa fe los ateos se fundamentan, pero nada racional por cierto. De dónde viene la vida sigue siendo un misterio para la ciencia. La vida y el origen de la materia son dos callejones sin salida para la ciencia actual. Las religiones por fe tienen sus respuestas, pero obviamente, son tan imaginarias como las dadas por los ateos, empantanando a ambos en discusiones estériles.
El determinismo ha tenido una fuerte influencia en el pensamiento humano, de hecho forma parte doctrinal de las más variadas y distintas ciencias actuales, salvo quizás en la física cuántica, donde parece reinar el indeterminismo, una especie de cisma que separa la ciencia en dos bandos prácticamente irreconciliables. De manera llamativa, hasta en el campo del comportamiento humano hay quienes sostienen que todo lo que hagamos o dejemos de hacer se halla predeterminado, con lo cual nadie sería responsable de sus actos.
Sin embargo, a mi juicio, se comete el error de querer establecer absolutos donde solo existen relativos, y la esencia de ello se halla en el concepto sobre el infinito. Hay quienes consideran que si ante uno se le ofrecen una cantidad de opciones a elegir libremente la que más prefiera, lo elegido ya se halla predeterminado aunque no lo sepamos. Todo dependerá de una cantidad enorme de sutilezas, muchas conocidas y muchas otras totalmente desconocidas que al momento de la elección determinarán nuestra inclinación. En buena medida me temo que ello es de esa manera, pero existe otra realidad que debemos tener en cuenta, esta es la voluntad en función del conocimiento personal disponible que hace la diferencia. Muchos no lo ven de ese modo, pues insisten que hasta eso forma parte de la predeterminación una vez incorporado. Sin embargo, el concepto mecanicista finito no puede ser absoluto, tiene que ceder ante la propia determinación de la voluntad que debe adecuarse a los cambios y movimientos externos en un presente continuo, donde una sola elección nunca es decisiva ni aislada sino una serie consecutiva de ellas en un entorno móvil imposible de detener, donde siempre aparecen cosas nuevas sobre las cuales nunca tenemos control pleno alguno y todas las pequeñas decisiones deben tomarse sin dilación, acompañado siempre del desconocimiento, obligando a nuestra conciencia estar atentos y actuar con nuestra determinación del momento frente al panorama de cada instante, con lo cual los resultados de ciertas acciones resultarán plenamente aleatorios, totalmente impredecibles. Esto ocurre porque la cantidad de variables es mayor a la capacidad de nuestra mente de tenerlas en cuenta, en rigor es infinita. Si fueran finitas, entonces sí, podríamos dar cabida al determinismo como único director de todo.
Para explicarlo matemáticamente, podemos usar el ejemplo geométrico, donde materialmente tan solo un solo círculo perfecto (o esfera perfecta) no existe, todos son aproximaciones, forma parte de la aleatoriedad, en la cual existirán infinitos círculos (o esferas) diferentes, en donde elegir uno u otro puede implicar infinitas posibilidades. A los físicos el infinito les incomoda de sobremanera, y no es para menos, los lleva a paradojas y a callejones sin salida. Pero es la existencia real de lo infinito en lo finito (o de la diferencia entre la capacidad cerebral humana y la realidad externa que le sobrepasa) el sustrato donde yace el indeterminismo contenido en el determinismo.
En otras palabras, para que el determinismo fuera absoluto, solo debería existir lo finito, pero la realidad muestra que, a pesar de lo que nos cuesta comprenderlo, el infinito existe, con lo cual, así como lo infinito se haya contenido en lo finito, lo indeterminado o azar se halla contenido en lo determinado. Ambas son dos realidades de una misma moneda. Es tal como lo ha expresado otro escritor, al concluir que para que el determinismo fuera el todo, esa «esperanza determinista solo sería alcanzada, por ejemplo, si alguien pueda nombrar o escribir todas las cifras de la expansión decimal de un número como Pi»
Se dice, y con razón, que el humano es esclavo de si mismo, donde su libertad se halla limitada por la determinación del universo que le rodea. Claramente la libertad es relativa, podemos elegir entre distintas posibilidades, tanto más cuanto más nos animemos, pero hay cosas que no podemos hacer, por más que quisiéramos, sea por imposibilidad, leyes o circunstancias. Hay quienes dicen que Dios es libre y hace lo que quiere, sin embargo, la historia natural muestra que todo sigue igual que siempre, con lo cual si fuera una persona que rige y actúa día a día desde su trono celestial la evidencia muestra que hace mucho que no se le ocurre nada nuevo, se le acabaron todas sus capacidades innovadoras, creativas y genialidades. Es por ello, al percibirse que el universo no podría ser de otra manera, se llega a la conclusión de un determinismo absoluto. Y como Dios ha sido creado a la imagen y semejanza del hombre, igualmente no es libre, pues no puede dejar de ser Dios, debiendo ser esclavo de si mismo también. La naturaleza y Dios parecen estar condenados a ser como son.
Sin embargo, dentro del marco del orden, del límite, de las leyes inmutables, aunque parezca paradójico, existe libertad, creatividad, progreso, superación. ¿Cómo es posible? Gracias a la infinitud. Mientras para muchos este mundo les parece suficiente, para otros les ha quedado chico, como un traje o un vestido que no pueden usar. Hay para quienes este mundo y el universo conocido ha agotado ya sus posibilidades para el desarrollo, pero no por eso carecen de nuevos horizontes, solo visibles a mentes como la de ellos. No resulta fácil acceder a tal condición. Cuando mezclamos lo finito con lo infinito nos enredamos en nuestras estructuras, pues somos parte de ellas, debemos serlo, imposibles de ser libres completamente, porque de lo contrario, no seríamos nada. Gracias a lo limitado podemos proyectarnos hacia lo ilimitado.
Si el infinito no existiera, el perfeccionamiento, desarrollo, construcción o movimiento sería un sendero imposible de transitar o existir. Esto explicaría la paradoja para entender lo perfecto y lo imperfecto. El mundo perfecto es un tránsito imperfecto infinito. De allí que toda finitud es necesariamente una imperfección, cuyo gradiente es una escala de superación al infinito.
Ernesto Sábato dijo sobre el infinito:
“Los griegos, tan amantes de lo mesurado y lo perfecto, trataron de descartarlo, pues les parecía irracional, impensable e imperfecto (…) La matemática moderna exhibe una considerable variedad de infinitos, como si se hubieran reproducido en el éxodo, como los judíos” (Uno y el universo)
Efectivamente, los griegos le atribuyeron el carácter de imperfecto, símbolo del caos, porque no era nada completo, definido, acabado. Huyeron de el como si del Diablo fuera.
Borges se ocupó mucho de él. En una ocasión dijo en El idioma de los argentinos:
“Sospecho que la palabra infinito fue alguna vez una insípida equivalencia de inacabado; ahora es una de las perfecciones de Dios en la teología y un discutidero en la metafísica y un énfasis popularizado en las letras y una finísima concepción en las matemáticas –Russell explica la adición y multiplicación y potenciación de números cardinales infinitos y el porqué de sus dinastías casi terribles- y una verdadera intuición al mirar al cielo”
Y lo ilimitado, como ya vimos, trae aparejado el azar. De modo que, así como lo infinito suele relacionarse con Dios, tendremos que incorporar al azar como parte del mismo. En vez del azar contra Dios bien puede ser 'Dios y el azar'. Todo parece indicar que 'a Dios le gusta jugar a los dados', pero no con dados de seis caras, sino de infinitas. En vista de ello, esperemos salvarnos de los restos de la nave Progress…