El bien y el mal, lo perfecto y la libre elección
Cuenta una persona que “una mujer me dijo que Dios nos dio el libre albedrío para decidir si creer o no en él, y después, cuando le pregunté por la maldad en el mundo, me dijo que eso era consecuencia de haber elegido no creer en Dios.
¡¡¡Menos mal que era libre el albedrío, que si no...!!!”
En un dejo de ironía expone lo contradictorio de recibir libertad para decidir y luego ser castigado por usarla.
Sin embargo, lo llamativo es que muchas personas cristianas que exponen dicho punto de vista no se han percatado que no existe tal cosa del libre albedrío según interpretan en sus escritos religiosos en cuanto a decidir si servir a Dios o no hacerlo. En la Biblia lo que existe manteniendo la línea de razonamiento que suelen usar es la coacción no la libertad de elección, siendo este el generador del rechazo ante predicadores bíblicos como el caso citado. La Biblia impone bajo pena de muerte la obediencia a Dios, y de hecho así empieza y termina el relato de Adán y Eva. Lo que en definitiva desean demostrar tales cristianos es que la imposición de Dios es el único camino para el bien del hombre. No sirve para incorporar la maldad del mundo como ejemplo para conocer los resultados por la desobediencia, pues el castigo por ella ya está decretado. ‘Si comen del árbol de conocimiento del bien y del mal morirán’. No hay tal libre albedrío para escoger según el mejor criterio del momento.
No obstante, lo mencionado por la mujer para muchos es acertado en buena medida aunque no tenga cierto apoyo bíblico, paradójicamente sí de religiones orientales. Consideran que toda entidad con conciencia de lo divino posee libre albedrío y su existencia resultará no por lo que crea y a quien adore sino según proceda.
¿Que es el mal? Es todo aquello que nos produce angustia, tristeza, dolor, pérdida. En el mundo existen diferentes tipos de males. Están aquellos que son parte de la naturaleza (peligros de todo tipo, tales como daños causados por animales peligrosos, el clima, la obtención de alimentos para sobrevivir, los accidentes, enfermedades, vejez y muerte) y aquellos perpetrados por el mismo ser humano (guerras, asesinatos, robos, violencia, engaños, estafas, etc.). Considero que el más grave de ambos es el segundo, pues si sacáramos la maldad humana (no el error humano, sino la acción ofensiva y destructiva de los crueles y desalmados) la existencia sería mucho más placentera. Quedarían los males naturales, entre ellos la vejez y la muerte. Pero, ¿es la vejez y la muerte un mal? Depende como se lo mire. La vida solo brinda pocas oportunidades para hacer algo a un individuo, es como una carrera de obstáculos en la cual cada quién compite contra si mismo para superarse y nadie puede hacer todo lo que quisiera. La muerte libera al individuo de la continuidad de sus posibilidades, y a decir verdad, aunque nadie quiere morir, es lo mejor que le puede suceder a cada individuo, pues pone fin a una larga jornada de trabajo para sobrevivir y competencia para adelantar.
Sin embargo, mientras dura la existencia del individuo, este adquiere conocimiento, experimenta, aprende a tomar decisiones, ve sus logros, en otras palabras, evoluciona. Los que permanecen quietos y no progresan, hacen lo mínimo y solo piensan en divertimentos, se atrasan y diferencian de aquellos que avanzan. Si pasadas varias décadas siguen pensando lo mismo que antes y actuando de la misma manera, han desperdiciado su vida. Se habrán perdido muchas cosas buenas para el espíritu. Visto del otro lado: se acarrearon más males al disponer de menos bienes. Este tipo de vida suele enroscarse en una espiral descendente, en la cual la persona pierde interés por la misma, ve todos problemas, sufre tanto que su voluntad decae al punto de quedar atrapado en vicios que le arruinan más la vida.
En psicología se considera que el ser humano necesita equivocarse para equilibrarse emocionalmente. Necesita muchas veces errar para conocerse a si mismo y aprender a combatir la situación en la cual considera los errores como fracasos la próxima vez que aparezcan en su vida. Necesita conocer sus límites, y aceptar que en ciertas cosas no puede alcanzar la perfección que desea lograr. El permitirse errar le permite a su vez avanzar en su propio desarrollo como persona, pues casi siempre existen aspectos en los que se puede mejorar.
En el campo religioso uno de los aspectos usados por los ateos para desacreditar la existencia de Dios es la presencia del mal. Si Dios existiera, del cual se dice que es amor, dicen ellos, el mal no debería existir.
Sin embargo, para los ateos el mal no parece ser un problema o escollo, salvo para desacreditar la existencia de Dios. En el fondo revelan que su argumento no es honesto, pues viven muy bien aún con los males de origen humano sin despotricar de la existencia. De hecho, el mundo es inmejorable. No puede ser mejor de lo que es debido a la enorme cantidad de seres que necesitan evolucionar y cometen invariablemente muchos errores, y a veces sumamente graves.
Por otra parte, los creyentes afirman que Dios no es culpable de los males de este mundo, sino que todo es producto del pecado, esto es, del error. Y, parafraseando un pasaje de los evangelios, manifiestan que tanto amó Dios al mundo que envió a su hijo para que muriera como el culpable del error humano. Aunque parecieran hablar de lo mismo cambian el eje del tema, quitando de entrada responsabilidad a los individuos, y quizás sacándoles una enorme carga de fracaso a aquellos que no se esforzaron por evolucionar.
Es interesante un pasaje de un evangelio donde se narra el episodio del ciego de nacimiento. Los discípulos de Jesús le preguntan respecto al hombre ciego: ¿quién pecó? ¿El o sus padres por nacer ciego?
Lo llamativo de la pregunta es que incorpora la creencia de la reencarnación. Obviamente, si ellos consideraban la posibilidad que el hombre ciego ‘pecara’ tuvo que ocurrir en una existencia anterior. La otra opción era el pecado heredado de los padres. Ante este planteo, Jesús contesta: “Ni el peco ni sus padres pecaron”. En otras palabras, el mal de índole natural, como la ceguera, no era el castigo por causa de pecado alguno. Para los protestantes y evangélicos esto es impensable, pero es lo que da a entender claramente el pasaje, sea que lo crean o no.
Juan 9:2,3 "Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?»
Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios." (BJ)
Arthur Schopenhauer, estando de acuerdo con Spinoza, escribió, "Todos creen a priori en que son perfectamente libres, aún en sus acciones individuales, y piensan que a cada instante pueden comenzar otro capítulo de su vida... Pero a posteriori, por la experiencia, se dan cuenta —a su asombro— de que no son libres, sino sujetos a la necesidad; su conducta no cambia a pesar de todas las resoluciones y reflexiones que puedan llegar a tener. Desde el principio de sus vidas al final de ellas, deben soportar el mismo carácter...” Schopenhauer, Arthur, The Wisdom of Life, p 147, Wikipedia.
En otras palabras, podemos ser libres solo hasta cierto grado, pues la transformación del carácter es imperceptible y las reglas del mundo que gobiernan la existencia son más poderosas que nuestras fuerzas por cambiarlas. Este parecer determinista frustra a muchas personas, considerando la existencia del destino como una fatalidad imposible de cambiar.
Sin embargo, tal punto de vista no se corresponde a la realidad del ser humano. Muchas personas han logrados metas que nadie las hubiera soñado, gracias a la voluntad y la determinación. Es en parte cierto que nos hallamos como obligados a vivir en un mundo donde muchas cosas ocurren sin que podamos cambiarlas, pero también es cierto que podemos transformar nuestro mundo en algo mucho mejor si nos lo proponemos, pudiendo vivir de manera más calmada, alegre y optimista. Aunque existen ciertos sucesos que nos encapsulan en cierto derroteros definidos, al mismo tiempo tenemos los medios para que en tal suerte que nos toca vivir podamos mejorarlo notablemente o convertirlo en insoportable y destructivo. Tenemos el poder para alterarlo para nuestro bien o para nuestro mal.
Ideas culturales tradicionales
Gran parte de los factores que moldean la manera de pensar y actuar de las personas se hallan en los paradigmas instalados por tradiciones religiosas por siglos. Entre tales paradigmas hallamos el tema sobre el libre albedrío, desarrollado por filósofos cristianos partiendo de su interpretación de las escrituras.
Entre tales razonamientos, distintas denominaciones cristianas se han ocupado en explicar el significado y las razones de la existencia del mal en la tierra ante la existencia de un Dios que es todo amor.
Una de ellas se ha ocupado mediante abundante literatura y un ejército de predicadores hacer asequible tal conocimiento, que por lo general queda reservado a un círculo de intelectuales y académicos cuyas conclusiones sobre el tema no afectan demasiado las conductas de la mayoría, pero que en el caso que analizaremos, por su manera incuestionable de ser divulgada, ha incentivado aún más los criterios absurdos.
Se trata de los Testigos de Jehová. Ellos siguen un lineamiento muy similar al tradicional católico sobre este tema.
En la página 282 de su libro Razonamiento… a mi juicio presenta una manera de razonar muy contradictoria. Levanta una pregunta tan entreverada que hallar una respuesta a la misma se convierte en una trampa.
«¿Se requería para la perfección que Adán y Eva no pudieran hacer lo malo?»
Cuando una pregunta está correctamente formulada, uno ya tiene la mitad de la respuesta sobre lo que está deseando averiguar. De lo contrario, la respuesta puede resultar engañosa.
Las cosas que hacemos mal se deben a falta de inteligencia y experiencia. Nadie hace algo perjudicial adrede, aún siendo “imperfecto” como consideran los que levantan esa pregunta. Los errores se cometen por estupidez o ignorancia y no por poseer alguna cualidad perfecta. En el momento de una decisión uno puede tener plena convicción o confusión, y con los años puede descubrir haberse equivocado o acertado. Obviamente ellos desean dejar claro que Adán y Eva cometieron el mal de manera voluntariosa, con plena conciencia de lo que hacían, ante lo cual cualquier equivocación o confusión es inadmisible.
De modo que cuando levantan la siguiente pregunta, no pueden estar más enredados. Ellos plantean:
«Para que Adán y Eva calificaran como creados en perfección, ¿tenían que ser correctas todas sus decisiones desde entonces en adelante?»
Es decir “¿«no tenían alternativa» más que obedecer y hacer lo correcto, nunca podrían hacer algo malo?”
Si uno responde con un “si” a tal planteo estaría aceptando que algo perfecto por bueno no puede ser malo nunca, no puede transformarse en algo que no es. Pero como en el relato Adán y Eva “pecaron”, por «orgullo» como enseña el catolicismo, y “castigados” a vivir fuera del Paraíso hasta su muerte y total perdición, parece no quedar otra alternativa que responder “no” a la pregunta sin entender bien la razón. Resulta perceptible que de ese modo uno implícitamente manifiesta que el ser humano es un ser dualista en donde uno de sus atributos en estado de perfección es poder elegir por gusto ser un suicida o canalla por naturaleza divina. Y como el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, entonces Dios puede hacer canalladas también.[1] Ellos explican que eso es «libre albedrío»
No es raro el motivo por el cual el tema del «libre albedrío» haya sido tan discutido en filosofía y teología, pero los Testigos de Jehová tienen el mérito de haberlo convertido en algo más popular e incuestionable al mismo tiempo, al establecerlo como verdad teológica.
Fíjense que para ellos ese es el «patrón» o regla con la cual miden, por haber sido alterados mentalmente, ejemplo que se puede ver por la manera de juzgar a aquellos que se salen de sus filas por decisión propia, denominándolos apóstatas. Un comentarista en la Web que defiende tal postura expresa: «un apóstata es simplemente alguien que sabe la verdad y se opone a ella,» Este comentario permite darse cuenta lo mal que razonan a causa de la influencia dogmática. Para ellos, un apóstata es alguien que deliberadamente se opone a lo que sabe es lo correcto, y aplican esa palabra a cualquiera que haya sido un miembro de su agrupación y que por su cuenta se retira de sus filas. Por eso para ellos son lo peor que hay como personas, equiparados al mismo Diablo. No pueden entender que alguien que se haya retirado de esa organización por propia voluntad pudiera deberse a la simple razón de hallar que ya no es la verdad lo que enseñan, con pruebas irrefutables. Están tan convencidos de «su verdad» que no pueden razonar de otra manera. Están mentalmente bloqueados. Es que muchos pasajes bíblicos del testamento griego cristiano parecen apoyar plenamente sus convicciones.
Nunca he visto un retorcimiento perverso tan voluntarioso como este tipo de argumentación. Obviamente ellos como la mayoría de los cristianos aclaran que Dios no puede hacer lo malo, el nunca se equivoca ni comete maldad, pero no se dan cuenta que al plantear el tema como lo plantean están afirmando lo que niegan. Pues es fácil darse cuenta que si seguimos su “razonamiento” Dios no tiene libre albedrío también. Es un robot que solo puede hacer el bien.
Pero claro, hay que tener cuidado, pues esa manera de razonar, típica del dogmatismo o de la complacencia, es tramposa. Cuando nos hallamos frente a un absurdo, necesitamos replantear el tema, no aceptarlo como tal. Luego de muchos años pude hallar una respuesta más razonable y esencialmente positiva.
Por eso muy pocos entienden el significado de libre albedrío. Para los Testigos de Jehová significa la capacidad de escoger entre hacer adrede lo prohibido u obedecer privándose de hacerlo. Pero eso no es libre albedrío, es coacción. Si desobedeces te va mal y mueres, si obedeces te irá bien y vivirás. Y toda coacción implica una obediencia a disgusto. De otra manera, no habría motivo para la amenaza.
Libre albedrío, para explicarlo como corresponde, es la capacidad de juzgar y decidir lo más conveniente, lo mejor. Entre los pros y los contra, uno ve y decide el camino mejor, no para causar daño, sino para superar los problemas y estar mejor. No siempre tendremos éxito en lo buscado, y puede ocurrir que tomemos caminos que nos parecen correctos pero resultan perjudiciales luego, pero de eso se trata el libre albedrío. Poder hacer las correcciones y cambiar. Su significado básico es la facultad para juzgar y decidir libremente, sin coacción alguna, es decir, para poder ver con claridad lo que es bueno y lo que no lo es, y obrar en consecuencia. Libre albedrío no es la capacidad de hacer lo malo o hacer lo bueno. Hacer algo incorrecto a sabiendas del perjuicio envuelto no es evidencia del ejercicio del libre albedrío, es evidencia de una enfermedad mental, de un trastorno, corresponde a una persona auto destructiva. De que le sirve tener conciencia de lo bueno y lo malo si al final hace lo malo. Justamente, tal facultad es para no hacer lo malo, es para mejorar, para perfeccionarse. Por ello, la mejor manera para que las personas hagan lo que se les ordena por más grave que fuera solo es posible cuando se le quita toda posibilidad de elección. Otra manera de convencerlos es mediante el sofisma muy instalado de «el fin justifica los medios»
Otra de las tantas razones por la cual la mayoría no logra entender este tema del libre albedrío se debe a su conexión generalizada al tema sexual. Si la “ley de Dios” dice que no debes tener relaciones sexuales cuando tú tienes ganas de tenerlas, necesariamente convierte el tema del libre albedrío entre obedecer la ley de Dios o satisfacer tus deseos. Los deseos son una evidencia de carencia, entonces debes aceptar la carencia de Dios obedeciéndole o satisfacerlos desobedeciendo. Terminan poniéndote entre la espada y la pared, sin posibilidad de escapar. Pero la “ley de Dios” tocante a las relaciones sexuales son leyes humanas y no de Dios alguno. Y los males que puedas ocasionarte por el mal ejercicio en la satisfacción de tus deseos serán para aumentar tus problemas no para resolverlos. Si en vez de eso los reduces satisfaciéndolos, entonces haces bien. Allí está la diferencia.
El otro gran tema relacionado con ello que confunde es la opresión de los fuertes sobre los débiles por causa de los recursos y los bienes. O sigues obediente y sumiso a la opresión o te rebelas, sublevas y te conviertes en delincuente violando las leyes de los que te oprimen. Es otra vez una manera extremada de ver el asunto. Ello se debe a que consideramos la vida presente como la única que hay, y como única solo tienes esta vida para satisfacer todos tus deseos, de modo que o «a todo o nada».
El libre albedrío consiste en poder apreciar todos los matices y grados intermedios, tus propias capacidades y el entorno en el que te hayas, pudiendo notar la realidad de manera equilibrada y escoger la mejor opción disponible. Y en toda mejor opción siempre habrá que prescindir de algunas por otras, nunca es posible tenerlas a todas. De otra manera no habría opción ni elección, sino invasión, violación y muerte.
Es cierto que muchos eligen ese camino, sea por deseos, odio o fanatismo, pero no solo causan daños a otros al conseguir lo que quieren por la fuerza, sino a sí mismos al trastornar su mente, arruinando su capacidad para hacer lo correcto que trae consigo el bien, la satisfacción y la felicidad. Sin poder hacer el bien se hacen mal a sí mismos. No obstante, tarde o temprano tienen que aprender la lección, y aprender que solo hay una sola manera de progresar: saber elegir el mejor camino, y el mejor camino es hacer el bien a los demás para recibir el bien anhelado.
Existen muchas otras razones mediante las cuales el concepto del libre albedrío se torna confuso. Por ejemplo cuando se consideran los “males” naturales (huracanes, inundaciones, accidentes) frente a un Dios que es amor, lo mismo que las enfermedades de niños o mayores que causan gran dolor a sus seres queridos, o las responsabilidades por violaciones de leyes morales en circunstancias de omisión o elección desacertada, o cuando se pretende investigar la mente desde la neurociencia, cuando parten de personas cuyos principios se hallan asentados en el convencimiento de que somos solo máquinas biológicas, o cuando mediante experimentos y teorías en el campo de la cuántica se busca relacionar con el sentido del ser.
Tratar sobre todas y cada una de las variables instaladas en la sociedad resultaría muy extenuante. Voy a culminar concentrando mi atención a esa página del libro Razonamiento (282), donde hacia el final hacen otra pregunta tratando de imponer esa retorcida argumentación generadora de confusión:
«¿Qué significa más para usted…que alguien haga algo para usted porque por fuerza tenga que hacerlo, o porque quiera hacerlo?»
La respuesta de todos es “porque quiera hacerlo”, y de esa manera caen en la trampa aceptando la imposición mental contradictoria del argumento anterior (el libre albedrío como una facultad de poder elegir hacer lo malo y perjudicial en contra de uno mismo al desobedecer a Dios, por lo que obedecer a Dios es lo esencial para seguir vivo aunque ello implique perjuicio físico y mental). ¿Nadie se pregunta porque alguien quisiera hacer algo por uno? Seguramente por algún motivo merecido, no simplemente por que sí, y de ninguna manera si uno fuera una persona que tratara mal a otros. Igualmente, ¿por qué alguien no desearía hacer algo por usted pero lo hace? Por ley obviamente, es decir imposición, con lo cual este razonamiento no sirve para aprobar el esquema anterior sino precisamente para desaprobar. La pregunta que levantan para establecer su concepto particular del libre albedrío justamente lo contradice, pero pocos se dan cuenta, pues deben aceptar las respuestas sin ejercer precisamente su propio libre albedrío. La capacidad de crítica es totalmente anulada en los Testigos de Jehová. Sumisión absoluta a la organización y sus enseñanzas por más cambiantes que éstas fueran es el lema. Para grabar a fuego algo retorcido recurren a la intercalación de una afirmación inversa al espíritu del concepto que generan. Cuando hablan de «obedecer a Dios» en semejante esquema, le agregan «por amor», con lo cual establecen conceptos contradictorios por el uso impropio de las palabras. ¿Cómo puedes sentir amor por alguien que te castiga por usar la facultad de juzgar y elegir que te brinda?
A mi entero juicio, la principal causa que lleva a razonar de modo contradictorio al leer Génesis es la errónea idea de que el Dios al que hay que adorar es un viejo barbudo bonachón y Creador que escribe mandamientos que se deben obedecer, de lo contrario, te quita la vida. El tema de la vida y la muerte no se trata para mí de la vida como ser humano o la ausencia de la misma como castigo según se obedezca o desobedezca mandatos escritos. Considero el relato de Adán y Eva no como un suceso histórico, sino un mito, un concepto, una idea central de la vida consciente. Los TJ que interpretan literalmente este pasaje razonan que si Adán hubiera obedecido, la muerte no existiría, y es que Pablo también lo interpreta de esa manera. Pero no se trata de eso. La vida y la muerte es un ciclo tan necesario como es necesario empezar y terminar el primer grado de la escuela para pasar a segundo grado y así sucesivamente. Pretender entender “la mente de Dios” completa como pequeños humanos con limitaciones claramente finitas sería equiparable a pretender que un niño de jardín resuelva ecuaciones integrales. Hay cosas que jamás las sabremos ni las podríamos comprender en esta vida. Y eso es perfectamente lógico y razonable ¿Para que seguir insistiendo y acometiendo sin fin?
Para comprender hasta cierto grado Génesis (y otros pasajes de las escrituras) debemos concentrarnos en los conceptos claves relacionando a Dios con el Yo interior de nuestro subconsciente. Ese Yo, que es el Yo superior, es el que fue hecho a la “imagen y semejanza” del Supremo, siendo una parte del Todo. Cada uno de nosotros con nuestro Yo somos una parte del Todo o Yo Supremo. Es lo que los Testigos de Jehová denominan “conciencia”, pero, para definirla mejor, no estamos conscientes de su presencia salvo en determinados momentos de nuestras vidas en donde se “aparece” y actúa. Nuestro estado consciente diario es el Yo inferior. Por ello su mejor definición es el inconsciente, tal como es definido en psicología, o mejor, el subconsciente. Si le prestamos atención y nos dejamos guiar por ese Yo superior, que se halla en cada uno de nosotros, sin importar dónde estemos y lo que hagamos, entonces avanzaremos a una vida plena, de lo contrario, nos estancamos en la muerte, repitiendo de grado. ¿De qué otra manera entenderíamos cuando el Supremo echa del paraíso (el mundo celestial de plenitud) al las partículas de Yos (Adanes y Evas) a su imagen en cuerpos humanos porque llegaron a ser como Dios?[3] Sería totalmente ilógico interpretar como castigo, pues significa castigar a Dios, y ese concepto es absurdo si se lee de manera dualista y con personajes separados e independientes unos de otros.
Orígenes (185-254 d.C.), un cristiano erudito del segundo siglo de nuestra era, ya en su época manifestó sin saber nada de fósiles ni de marcadores radiométricos que el relato del Génesis no puede ser interpretado literalmente.
Por ello, si intentamos razonar interpretando Génesis de manera material como si fuera un texto científico o una narración histórica o un libro dado por un Dios canoso barbudo que vive en la plenitud celestial como gobernante supremo del mundo en la que le debemos obediencia absoluta, estamos condenados al fracaso. La interpretación debe ser mitológica, como si se tratara de descifrar un sueño. No existe otra salida. Y Génesis (y la Biblia entera) no es el único relato “inspirado”. Es solo una manifestación más del Yo superior que actuando en diferentes yo inferiores se ha manifestado a lo largo de los tiempos. Ciertas culturas que desarrollaron la escritura lo pusieron por escrito. Muchas otras culturas sin conocerse entre sí desarrollaron conceptos similares, que en su mayoría no fueron escritas por ellos sino conocidas al ser recopiladas por investigadores que tomaron notas de sus recuerdos orales transmitidos por vía ancestral. Y un detalle más: no se tratan de expresiones dirigidas a dictar órdenes y mandamientos, sino para ilustrar, ampliar, contar, mostrar, compartir. Representan el sentir y pensar de ciertos individuos que pudieron plasmar por escrito sus vivencias personales que su Yo superior le hizo saber. En ese sentido, si sabemos verlo bien, es de una riqueza insondable por la cual deberíamos estar muy agradecidos. Después de todo, no deja de ser un regalo de Dios.
Sin embargo, tal punto de vista no se corresponde a la realidad del ser humano. Muchas personas han logrados metas que nadie las hubiera soñado, gracias a la voluntad y la determinación. Es en parte cierto que nos hallamos como obligados a vivir en un mundo donde muchas cosas ocurren sin que podamos cambiarlas, pero también es cierto que podemos transformar nuestro mundo en algo mucho mejor si nos lo proponemos, pudiendo vivir de manera más calmada, alegre y optimista. Aunque existen ciertos sucesos que nos encapsulan en cierto derroteros definidos, al mismo tiempo tenemos los medios para que en tal suerte que nos toca vivir podamos mejorarlo notablemente o convertirlo en insoportable y destructivo. Tenemos el poder para alterarlo para nuestro bien o para nuestro mal.
Ideas culturales tradicionales
Gran parte de los factores que moldean la manera de pensar y actuar de las personas se hallan en los paradigmas instalados por tradiciones religiosas por siglos. Entre tales paradigmas hallamos el tema sobre el libre albedrío, desarrollado por filósofos cristianos partiendo de su interpretación de las escrituras.
Entre tales razonamientos, distintas denominaciones cristianas se han ocupado en explicar el significado y las razones de la existencia del mal en la tierra ante la existencia de un Dios que es todo amor.
Una de ellas se ha ocupado mediante abundante literatura y un ejército de predicadores hacer asequible tal conocimiento, que por lo general queda reservado a un círculo de intelectuales y académicos cuyas conclusiones sobre el tema no afectan demasiado las conductas de la mayoría, pero que en el caso que analizaremos, por su manera incuestionable de ser divulgada, ha incentivado aún más los criterios absurdos.
Se trata de los Testigos de Jehová. Ellos siguen un lineamiento muy similar al tradicional católico sobre este tema.
En la página 282 de su libro Razonamiento… a mi juicio presenta una manera de razonar muy contradictoria. Levanta una pregunta tan entreverada que hallar una respuesta a la misma se convierte en una trampa.
«¿Se requería para la perfección que Adán y Eva no pudieran hacer lo malo?»
Cuando una pregunta está correctamente formulada, uno ya tiene la mitad de la respuesta sobre lo que está deseando averiguar. De lo contrario, la respuesta puede resultar engañosa.
Las cosas que hacemos mal se deben a falta de inteligencia y experiencia. Nadie hace algo perjudicial adrede, aún siendo “imperfecto” como consideran los que levantan esa pregunta. Los errores se cometen por estupidez o ignorancia y no por poseer alguna cualidad perfecta. En el momento de una decisión uno puede tener plena convicción o confusión, y con los años puede descubrir haberse equivocado o acertado. Obviamente ellos desean dejar claro que Adán y Eva cometieron el mal de manera voluntariosa, con plena conciencia de lo que hacían, ante lo cual cualquier equivocación o confusión es inadmisible.
De modo que cuando levantan la siguiente pregunta, no pueden estar más enredados. Ellos plantean:
«Para que Adán y Eva calificaran como creados en perfección, ¿tenían que ser correctas todas sus decisiones desde entonces en adelante?»
Es decir “¿«no tenían alternativa» más que obedecer y hacer lo correcto, nunca podrían hacer algo malo?”
Si uno responde con un “si” a tal planteo estaría aceptando que algo perfecto por bueno no puede ser malo nunca, no puede transformarse en algo que no es. Pero como en el relato Adán y Eva “pecaron”, por «orgullo» como enseña el catolicismo, y “castigados” a vivir fuera del Paraíso hasta su muerte y total perdición, parece no quedar otra alternativa que responder “no” a la pregunta sin entender bien la razón. Resulta perceptible que de ese modo uno implícitamente manifiesta que el ser humano es un ser dualista en donde uno de sus atributos en estado de perfección es poder elegir por gusto ser un suicida o canalla por naturaleza divina. Y como el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, entonces Dios puede hacer canalladas también.[1] Ellos explican que eso es «libre albedrío»
No es raro el motivo por el cual el tema del «libre albedrío» haya sido tan discutido en filosofía y teología, pero los Testigos de Jehová tienen el mérito de haberlo convertido en algo más popular e incuestionable al mismo tiempo, al establecerlo como verdad teológica.
Fíjense que para ellos ese es el «patrón» o regla con la cual miden, por haber sido alterados mentalmente, ejemplo que se puede ver por la manera de juzgar a aquellos que se salen de sus filas por decisión propia, denominándolos apóstatas. Un comentarista en la Web que defiende tal postura expresa: «un apóstata es simplemente alguien que sabe la verdad y se opone a ella,» Este comentario permite darse cuenta lo mal que razonan a causa de la influencia dogmática. Para ellos, un apóstata es alguien que deliberadamente se opone a lo que sabe es lo correcto, y aplican esa palabra a cualquiera que haya sido un miembro de su agrupación y que por su cuenta se retira de sus filas. Por eso para ellos son lo peor que hay como personas, equiparados al mismo Diablo. No pueden entender que alguien que se haya retirado de esa organización por propia voluntad pudiera deberse a la simple razón de hallar que ya no es la verdad lo que enseñan, con pruebas irrefutables. Están tan convencidos de «su verdad» que no pueden razonar de otra manera. Están mentalmente bloqueados. Es que muchos pasajes bíblicos del testamento griego cristiano parecen apoyar plenamente sus convicciones.
Nunca he visto un retorcimiento perverso tan voluntarioso como este tipo de argumentación. Obviamente ellos como la mayoría de los cristianos aclaran que Dios no puede hacer lo malo, el nunca se equivoca ni comete maldad, pero no se dan cuenta que al plantear el tema como lo plantean están afirmando lo que niegan. Pues es fácil darse cuenta que si seguimos su “razonamiento” Dios no tiene libre albedrío también. Es un robot que solo puede hacer el bien.
Pero claro, hay que tener cuidado, pues esa manera de razonar, típica del dogmatismo o de la complacencia, es tramposa. Cuando nos hallamos frente a un absurdo, necesitamos replantear el tema, no aceptarlo como tal. Luego de muchos años pude hallar una respuesta más razonable y esencialmente positiva.
Por eso muy pocos entienden el significado de libre albedrío. Para los Testigos de Jehová significa la capacidad de escoger entre hacer adrede lo prohibido u obedecer privándose de hacerlo. Pero eso no es libre albedrío, es coacción. Si desobedeces te va mal y mueres, si obedeces te irá bien y vivirás. Y toda coacción implica una obediencia a disgusto. De otra manera, no habría motivo para la amenaza.
Libre albedrío, para explicarlo como corresponde, es la capacidad de juzgar y decidir lo más conveniente, lo mejor. Entre los pros y los contra, uno ve y decide el camino mejor, no para causar daño, sino para superar los problemas y estar mejor. No siempre tendremos éxito en lo buscado, y puede ocurrir que tomemos caminos que nos parecen correctos pero resultan perjudiciales luego, pero de eso se trata el libre albedrío. Poder hacer las correcciones y cambiar. Su significado básico es la facultad para juzgar y decidir libremente, sin coacción alguna, es decir, para poder ver con claridad lo que es bueno y lo que no lo es, y obrar en consecuencia. Libre albedrío no es la capacidad de hacer lo malo o hacer lo bueno. Hacer algo incorrecto a sabiendas del perjuicio envuelto no es evidencia del ejercicio del libre albedrío, es evidencia de una enfermedad mental, de un trastorno, corresponde a una persona auto destructiva. De que le sirve tener conciencia de lo bueno y lo malo si al final hace lo malo. Justamente, tal facultad es para no hacer lo malo, es para mejorar, para perfeccionarse. Por ello, la mejor manera para que las personas hagan lo que se les ordena por más grave que fuera solo es posible cuando se le quita toda posibilidad de elección. Otra manera de convencerlos es mediante el sofisma muy instalado de «el fin justifica los medios»
Otra de las tantas razones por la cual la mayoría no logra entender este tema del libre albedrío se debe a su conexión generalizada al tema sexual. Si la “ley de Dios” dice que no debes tener relaciones sexuales cuando tú tienes ganas de tenerlas, necesariamente convierte el tema del libre albedrío entre obedecer la ley de Dios o satisfacer tus deseos. Los deseos son una evidencia de carencia, entonces debes aceptar la carencia de Dios obedeciéndole o satisfacerlos desobedeciendo. Terminan poniéndote entre la espada y la pared, sin posibilidad de escapar. Pero la “ley de Dios” tocante a las relaciones sexuales son leyes humanas y no de Dios alguno. Y los males que puedas ocasionarte por el mal ejercicio en la satisfacción de tus deseos serán para aumentar tus problemas no para resolverlos. Si en vez de eso los reduces satisfaciéndolos, entonces haces bien. Allí está la diferencia.
El otro gran tema relacionado con ello que confunde es la opresión de los fuertes sobre los débiles por causa de los recursos y los bienes. O sigues obediente y sumiso a la opresión o te rebelas, sublevas y te conviertes en delincuente violando las leyes de los que te oprimen. Es otra vez una manera extremada de ver el asunto. Ello se debe a que consideramos la vida presente como la única que hay, y como única solo tienes esta vida para satisfacer todos tus deseos, de modo que o «a todo o nada».
El libre albedrío consiste en poder apreciar todos los matices y grados intermedios, tus propias capacidades y el entorno en el que te hayas, pudiendo notar la realidad de manera equilibrada y escoger la mejor opción disponible. Y en toda mejor opción siempre habrá que prescindir de algunas por otras, nunca es posible tenerlas a todas. De otra manera no habría opción ni elección, sino invasión, violación y muerte.
Es cierto que muchos eligen ese camino, sea por deseos, odio o fanatismo, pero no solo causan daños a otros al conseguir lo que quieren por la fuerza, sino a sí mismos al trastornar su mente, arruinando su capacidad para hacer lo correcto que trae consigo el bien, la satisfacción y la felicidad. Sin poder hacer el bien se hacen mal a sí mismos. No obstante, tarde o temprano tienen que aprender la lección, y aprender que solo hay una sola manera de progresar: saber elegir el mejor camino, y el mejor camino es hacer el bien a los demás para recibir el bien anhelado.
Existen muchas otras razones mediante las cuales el concepto del libre albedrío se torna confuso. Por ejemplo cuando se consideran los “males” naturales (huracanes, inundaciones, accidentes) frente a un Dios que es amor, lo mismo que las enfermedades de niños o mayores que causan gran dolor a sus seres queridos, o las responsabilidades por violaciones de leyes morales en circunstancias de omisión o elección desacertada, o cuando se pretende investigar la mente desde la neurociencia, cuando parten de personas cuyos principios se hallan asentados en el convencimiento de que somos solo máquinas biológicas, o cuando mediante experimentos y teorías en el campo de la cuántica se busca relacionar con el sentido del ser.
Tratar sobre todas y cada una de las variables instaladas en la sociedad resultaría muy extenuante. Voy a culminar concentrando mi atención a esa página del libro Razonamiento (282), donde hacia el final hacen otra pregunta tratando de imponer esa retorcida argumentación generadora de confusión:
«¿Qué significa más para usted…que alguien haga algo para usted porque por fuerza tenga que hacerlo, o porque quiera hacerlo?»
La respuesta de todos es “porque quiera hacerlo”, y de esa manera caen en la trampa aceptando la imposición mental contradictoria del argumento anterior (el libre albedrío como una facultad de poder elegir hacer lo malo y perjudicial en contra de uno mismo al desobedecer a Dios, por lo que obedecer a Dios es lo esencial para seguir vivo aunque ello implique perjuicio físico y mental). ¿Nadie se pregunta porque alguien quisiera hacer algo por uno? Seguramente por algún motivo merecido, no simplemente por que sí, y de ninguna manera si uno fuera una persona que tratara mal a otros. Igualmente, ¿por qué alguien no desearía hacer algo por usted pero lo hace? Por ley obviamente, es decir imposición, con lo cual este razonamiento no sirve para aprobar el esquema anterior sino precisamente para desaprobar. La pregunta que levantan para establecer su concepto particular del libre albedrío justamente lo contradice, pero pocos se dan cuenta, pues deben aceptar las respuestas sin ejercer precisamente su propio libre albedrío. La capacidad de crítica es totalmente anulada en los Testigos de Jehová. Sumisión absoluta a la organización y sus enseñanzas por más cambiantes que éstas fueran es el lema. Para grabar a fuego algo retorcido recurren a la intercalación de una afirmación inversa al espíritu del concepto que generan. Cuando hablan de «obedecer a Dios» en semejante esquema, le agregan «por amor», con lo cual establecen conceptos contradictorios por el uso impropio de las palabras. ¿Cómo puedes sentir amor por alguien que te castiga por usar la facultad de juzgar y elegir que te brinda?
A mi entero juicio, la principal causa que lleva a razonar de modo contradictorio al leer Génesis es la errónea idea de que el Dios al que hay que adorar es un viejo barbudo bonachón y Creador que escribe mandamientos que se deben obedecer, de lo contrario, te quita la vida. El tema de la vida y la muerte no se trata para mí de la vida como ser humano o la ausencia de la misma como castigo según se obedezca o desobedezca mandatos escritos. Considero el relato de Adán y Eva no como un suceso histórico, sino un mito, un concepto, una idea central de la vida consciente. Los TJ que interpretan literalmente este pasaje razonan que si Adán hubiera obedecido, la muerte no existiría, y es que Pablo también lo interpreta de esa manera. Pero no se trata de eso. La vida y la muerte es un ciclo tan necesario como es necesario empezar y terminar el primer grado de la escuela para pasar a segundo grado y así sucesivamente. Pretender entender “la mente de Dios” completa como pequeños humanos con limitaciones claramente finitas sería equiparable a pretender que un niño de jardín resuelva ecuaciones integrales. Hay cosas que jamás las sabremos ni las podríamos comprender en esta vida. Y eso es perfectamente lógico y razonable ¿Para que seguir insistiendo y acometiendo sin fin?
Orígenes (185-254 d.C.), un cristiano erudito del segundo siglo de nuestra era, ya en su época manifestó sin saber nada de fósiles ni de marcadores radiométricos que el relato del Génesis no puede ser interpretado literalmente.
Por ello, si intentamos razonar interpretando Génesis de manera material como si fuera un texto científico o una narración histórica o un libro dado por un Dios canoso barbudo que vive en la plenitud celestial como gobernante supremo del mundo en la que le debemos obediencia absoluta, estamos condenados al fracaso. La interpretación debe ser mitológica, como si se tratara de descifrar un sueño. No existe otra salida. Y Génesis (y la Biblia entera) no es el único relato “inspirado”. Es solo una manifestación más del Yo superior que actuando en diferentes yo inferiores se ha manifestado a lo largo de los tiempos. Ciertas culturas que desarrollaron la escritura lo pusieron por escrito. Muchas otras culturas sin conocerse entre sí desarrollaron conceptos similares, que en su mayoría no fueron escritas por ellos sino conocidas al ser recopiladas por investigadores que tomaron notas de sus recuerdos orales transmitidos por vía ancestral. Y un detalle más: no se tratan de expresiones dirigidas a dictar órdenes y mandamientos, sino para ilustrar, ampliar, contar, mostrar, compartir. Representan el sentir y pensar de ciertos individuos que pudieron plasmar por escrito sus vivencias personales que su Yo superior le hizo saber. En ese sentido, si sabemos verlo bien, es de una riqueza insondable por la cual deberíamos estar muy agradecidos. Después de todo, no deja de ser un regalo de Dios.
[1] Y en
un contexto de esta naturaleza, no seria incorrecto que una criatura decidiera
desobedecer a alguien que le pide algo malo por más Dios que fuera.
[2]
Romanos 5:12
[3]
Génesis 3:22,23