¿Violencia de género?
Si buscamos su significado lo encontramos definido en Wikipedia asÍ:
La violencia de género es un tipo de violencia física, psicológica, sexual, institucional, simbólica y estructural,1 ejercida contra cualquier persona o grupo de personas sobre la base de su orientación sexual, identidad de género, sexo o género que impacta de manera negativa en su identidad y bienestar social, físico, psicológico o económico.
Bastante enrevesado, ¿no?
Tratemos de definir de modo más sencillo la definición.
a) Cualquier actitud o expresión de parte de una persona en contra de otra persona por su orientación sexual a la que considere impropia.
b) También se considera violencia de género cuando un masculino actúa o habla de modo negativo hacia una persona por ser mujer, y viceversa.
La primera es complicada, porque la ONU con su agenda intenta establecer algo como de lo más normal cuando por el contrario las costumbres por siglos de la humanidad ha sido la de luchar contra desviaciones consideradas impropias, especialmente en las culturas religiosas de muchos pueblos.
Pero una cosa es buscar minimizar las desviaciones y otra muy distinta es lastimar físicamente a otra persona porque se hizo o cree ser homosexual o lesbiana, o pero aún, promover las mismas.
Tratar de ayudar a alguien a encausar mejor su vida de manera apropiada puede ser muy deseable, y no es lo mismo que lastimar o herir físicamente a una persona por ello, y es totalmente opuesto y denigrante el tratar de promover su cambio de género, incluso al extremo de aplicar hormonizaciones y cirugías de las que no hay vuelta atrás, en donde perfectamente pueden hasta acortar la vida de esas personas.
Colocar todo en un mismo plano me parece de lo más espeluznante.
En cuanto a la última
clase de violencia, tanto verbal como física, existió siempre, pero no por eso
debemos responder con castigos hacia quienes la ejerzan, porque forma parte de
la estupidez humana.
Los seres
humanos tienden a ejercer violencia contra todo lo que les parece son culpables
de sus desgracias, creyendo a veces tontamente que van a corregir el mundo, y
para ello, el otro a quién culpan para agredirlo tiene que ser, de entrada,
diferente a él.
Esto es
psicológico, porque se razona así; “si fuera igual que yo no habría problemas”.
Y esto pasa entre el hombre y la mujer también.
La sola
diferencia establece la razón para culpar al diferente y tratar de corregirlo.
Forma parte
de un impulso inconsciente producto de la ignorancia que debe ser corregido,
pero no con castigos o multas, sino de modo opuesto para que no escale a más
violencia.
Volviendo al
tema de la violencia de género, la que se utiliza realmente y se busca aplicar
en la sociedad es, en su mayor parte, la descrita en la primera definición, la
a); y también la segunda, la b), pero
sin tener en cuenta o minimizar al extremo el “viceversa”, es decir, no se
aplica del mismo modo a una fémina que agreda a un masculino “por ser varón”.
De allí que
se suele hablar más que nada de “la violencia contra la mujer”, aplicando el
concepto subjetivo “por ser mujer” por un lado, y de la violencia a la
diversidad sexual.
Y en ese enfatizado
esquema se suele pasar por alto que también se ejerce contra los niños, y la
llevan a cabo tanto mujeres como varones, de allí que definir un tipo de
violencia específica en base al sexo de la persona resulta muy difícil de
determinar, porque actúan otros factores.
De allí que
llamar a esto “violencia de género” es no entender la psicología humana.
Por ejemplo,
mi esposa en ocasiones ejerce violencia contra mi persona, que soy su marido y
varón, pero nunca catalogo esa violencia como “de género”, ni le devuelvo la
violencia, para que se encuadre dentro de la llamada “de género” según el
estándar legal de la agenda de la ONU y la OMS, sino que trato de comprender los motivos
que la llevaron a estallar, buscando la sanación y las buenas relaciones.
Así siempre
debe ser cuando se trata de buscar la armonía entre diferentes.
Esa es la
manera de combatir la violencia, no con el mal ni con castigos “de género”,
sino actuando de manera que contemple a la otra persona, sea varón o mujer,
para tratar de reparar cualquier disputa o mala relación.
La gran
dificultad que tenemos hoy es que las costumbres de vida de otras épocas han
cambiado, emancipando a la mujer para que sea económicamente independiente, lo
que trajo aparejado una cierta obligación mutua cuando se trata de tener hijos,
alterándose los antiguos roles.
En este tipo
de nuevas situaciones, es más probable que sea más atractivo el no tener hijos,
y solamente formar parejas si existe esa necesidad. Pero no resulta sencillo,
porque existen pulsiones naturales en juego, como el deseo de formar parejas y
tener hijos, que muchas veces vienen no deseando que vengan, debido a otra pulsión muy característica del ser humano, especialmente de parte del varón: el deseo intenso de disfrutar del placer sexual.
Y cuando ya
se han tenido hijos y los tales ya son adultos, muchas parejas modernas buscan
formar parejas con otras personas nuevas para aumentar las experiencias de la búsqueda
inacabable del goce que nunca se encuentra.
Lo cierto es
que el sesgo discriminatorio en el tema de la “violencia de género” en su
comprensión y aplicación es evidente y multiplicadora. Por ejemplo, se pasa por
alto o se hace la vista gorda toda violencia ejercida a los heterosexuales a
partir de la misma agenda, o cuando ocurre violencia a una mujer de parte de un
varón en el seno del partido que promueve esta agenda, o a culturas donde la
violencia machista es parte misma de su forma de ser, como ocurre en los países
islámicos. No vemos que las agencias occidentales se manifiesten y juzguen a
los gobernantes de esos países por eso.
Esto también
aplica a los inmigrantes de dicha cultura que viven en países occidentales,
donde esta agenda se está aplicando mediante leyes. Pues bien, esta clase de
inmigrantes no son devueltos a sus países de origen por infringir tales leyes,
ni siquiera se les discrimina para su ingreso por esos motivos.
A este
respecto, en un artículo de mundoclásico.com Juan Carlos Tellechea comenta sobre
las acusaciones que hace sobre este tema Ayaan Hirsi Ali, una reconocida
investigadora y activista, al escribir:
“La feminista acusa a los políticos de manipulación a
gran escala y acusa a los gobiernos europeos de utilizar estrategias que
podrían haber salido del guión [de] los islamistas. En general,
muchos activistas del trabajo antirracista no tienen interés en reducir el
número de solicitantes de asilo. Al fin y al cabo, los políticos verdes y de
izquierdas se benefician de la afluencia de inmigrantes, porque los elegirían
como el nuevo proletariado sustituto. La autora concluye que la
inmigración musulmana pone en peligro la paz social y debe ser detenida…. También critica la frecuente
falta de repatriación de los solicitantes de asilo rechazados y la indulgencia
judicial,”
La principal
causa de esta violencia es la propia religión, pero nadie se expide contra la
misma, sino de modo indirecto mediante la aplicación de leyes, en donde los
gobernantes occidentales las orientan principalmente a sus propios
compatriotas, no por el interés en las mujeres, sino por el beneficio económico
al conseguir mano de obra barata de comunidades a los que no les preocupa que
violen las mismas leyes de género que aplican en su propio país.
Este sesgo
es propio de la agenda 2030 (ahora actualizada a 2045), cuya finalidad oculta detrás
de la supuesta fachada del interés genuino en las mujeres y los niños y en
contra del “patriarcado” (anzuelo usado para atrapar a los inexpertos y así
engañar, por el cual casi todos caen) se esconde el verdadero objetivo de su
interés, que es inducir a la sociedad a una relajación y degradación de las
conductas sexuales para dar paso a la práctica libre de la pedofilia.
El fin
último de esa degradación, la cual irá acompañada de mayor drogadicción y más
violencia espiralizada de todo tipo, es la disminución de la población y su
consecuente erosión de la identidad natural para someter más fácilmente a las
personas a los caprichos de los gobernantes, al prácticamente destruir en los
captados el sentido crítico sobre el bien y el mal y detener la consecuente postura
enérgica que las personas no captadas naturalmente opondrían a esa desviación a
fin de sostener la nobleza moral.
Esto se
logra al perseguir a todos los que no estén de acuerdo con esta política de
degeneración sexual acusándolos de violar los derechos humanos, aplicándoles
multas, cárcel o despidos de sus trabajos.
La verdadera
violencia y violación de los derechos humanos la ejercen los propios gobernantes
al imponer esta perturbadora y denigrante agenda sexual a su población que han
conseguido un nivel de vida satisfactorio, a fin de derruirlo, con la ayuda
indirecta de otras acciones, como la agenda inmigratoria, contra la cual no
ejercen el mismo rigor para evitar ser considerados racistas o discriminatorios
de la libertad religiosa o de una actitud violenta hacia los países musulmanes.
La propia ambigüedad de sus actos permite descubrir el verdadero propósito de la agenda de género, en donde las discusiones sobre la misma carecen de sentido frente a lo que es el principal tema legal mediante el cual se busca imponer en todos los países occidentales por la fuerza (de la ley) a todos los ciudadanos esta perversión del acervo natural.
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