Cuando los ateos cuestionan a los creyentes la existencia de Dios lo hacen sobre
el fundamento de su creencia sobre ese Dios: ¿por qué motivo, si realmente existe
un Dios todopoderoso que es amor existe un mal estructurado contra el cual todo
ser humano debe luchar para sobrevivir hasta que finalmente debe morir? Si Dios
existe, entonces debe ser tanto bueno como malo al mismo tiempo. Como eso sería
contradictorio, y los creyentes también lo niegan, entonces concluyen que es mejor decir que
Dios no existe.
Pero esto deja en evidencia una gran contradicción en su manera de razonar, porque la cuestión que los ateos levantan es completamente ilógica para zanjar la disputa en cuanto a la existencia o no de Dios, puesto que a lo sumo lo que están cuestionando es su carácter o forma de proceder, es decir, a priori admiten su existencia, solo que no les agrada como es según ellos lo ven desde su punto de vista.
Para el mal los creyentes en Dios atribuyen su origen al
Diablo, su causa, que para ellos además se ocupa de perpetuar, pero el
problema consiste en que no existe una respuesta de parte de los creyentes que
resulte satisfactoria en explicar cómo es posible que ese Diablo sea
Todopoderoso también, ya que Dios no puede con él. Responder que el Diablo,
como agente externo al hombre, lo es por elección propia genera una situación inaceptable,
porque solamente alguien puede causar males por ignorancia, origen de odios y
peleas. ¿Qué gloria y honor puede atribuirse a personajes de ese tipo? Ninguno,
por supuesto. Pero además, ¿qué podemos decir de los males propios de la
naturaleza, en medio de la cual se percibe la vulnerabilidad del ser humano?
¿Es ignorancia o sistémico? Sobre esto los creyentes en un Dios Bueno no tienen
respuesta, salvo hablar sobre el concepto del mal en sí mismo, dónde si algo es
malo es porque debe existir algo que es bueno. Y si hay algo bueno, eso pues
debe ser Dios, y punto, algo bastante infantil.
Cuando el humano habla del mal se refiere a todo lo malo
estructurado, todo aquello que le causa dolor, sufrimiento, angustia,
problemas, perjuicios, contra los cuales requiere de esfuerzos, lucha, etc. Por
ejemplo, los fuertes vientos, las inundaciones, huracanes, son algo malo por
los estragos que causa, muertes, pérdidas económicas, etc. La contraparte de
ese mal es obviamente el buen tiempo, lluvias y vientos suaves, ni frío ni
calor excesivo, etc. ¿Significa por ello que el buen tiempo es Dios porque
equivale a lo que se considera bueno? ¿O es Dios el originador del buen tiempo
y el Diablo del malo? Personalizar los procesos y efectos naturales no parece
corresponder a mentes inteligentes.
El promedio de vida de la mayoría de la gente trabajadora de
hace un siglo era menor a 50 años, mientras que hoy supera los 65 años, y poder
vivir más años y mejor gracias a los avances no solo en medicina sino en
tecnología de la producción no se lo debemos a ningún Dios religioso que haya
hecho algo. Los virus, bacterias, enfermedades degenerativas son males contra
los cuales la medicina ganó batallas contra la naturaleza de Dios para
prolongar la vida de millones de personas. En tal caso, los médicos y
científicos son quienes se arremangaron los brazos y han buscado las formas de
mitigar los males propios de la naturaleza, algo que cualquier ateo diría por
qué no se encargó Dios de eso si es que existe y ya sabía de antes cómo evitar
tales males. Sin embargo, por miles de años la vida humana ha sido una
desgracia constante, solo algo mejor ahora gracias a los avances tecnológicos
durante el siglo XX. Fue acaso Alá, Jehová, Yavé, Krisna, Jesús o algún otro
Dios que produjo eso. No, fue el ser humano dedicado a la investigación,
estudio y aplicación de sus conocimientos, que tan duro le ha costado
obtenerlos y nunca algún Dios le pasó dato alguno para que pudiera mejorar su
nivel de vida. Por lo tanto, de esas cosas evidentemente buenas producidas solo
se la debemos al trabajo del ser humano y no de algún Dios, pues nadie ha sido
testigo de haber visto que algún Dios religioso haya hecho alguna cosa buena
por la humanidad.
¿No parecen argumentos suficientes para desestimar la existencia de Dios alguno? Un ex-presidente latinoamericano dijo en una ocasión: "He visto tantas cosas que es imposible creer que exista un Dios que se preocupe por lo que nos pasa". Los ateos parecen tener suficientes razones para establecer que el ser humano hasta es mejor que Dios, si existiera, claro, por eso simplemente no puede existir. Irónicamente expresan "Gracias a Dios soy ateo". Sin embargo, ¿no están los ateos frente a una contradicción abismal? ¿Cómo es posible que como humanos podamos razonar sobre el bien y el mal y al mismo tiempo negar la existencia de la razón? "No, no, pero pare (me dirá el ateo), -yo no niego que exista la razón, mediante la razón he descubierto que Dios no existe" ¡Ah, que bien! Es decir, la consciencia del ateo niega la existencia de cualquier Dios, es decir, una
entidad suprema regente universal, simplemente porque
cree tener razón. ¡Magnífico! ¡Y encima se cree razonar mejor que cualquier otra mente! ¿No será más bien que algunas de tales razones lo llevan a concluir de modo extremo, por ejemplo, al fundarse en las razones de los creyentes? Nuestras razones son perfectibles, del mismo modo no importan mucho las razones de quienes proceda, sea de ateos o de creyentes o de agnósticos o de lo que fuera. Todos estamos en un proceso de aprendizaje en nuestras capacidades de raciocinio, de juzgar y dictar sentencias.
La vida humana en esta tierra, si existiera un Dios, es como
si a propósito ese Dios se propusiera que sea castigada, expuesta a constantes conflictos necesarios de superar, y todas las mejoras solo son
atribuibles al esfuerzo humano para atenuar y poder alegrar en algo la cruel
existencia. Desde hace miles de años la humanidad ha estado viviendo vidas
miserables, en aprietos, enfermedades, muertes prematuras, y en una gran ignorancia.
Si un Dios creó al ser humano, es como si nos hizo para padecer, atados a
condiciones de vida duras, donde los injustos y malvados hacen de las suyas sin
poder la mayoría quitárselos de encima, salvo mediante cruentas revoluciones, debiendo
una gran mayoría laborar duro para mantener casi siempre séquitos de parásitos y sinvergüenzas
que los dominan.
Todo lo que conocemos como vida en la tierra cumple ciclos,
todo lo biológico se renueva mediante las nuevas generaciones. Los árboles que
antes lucían vigorosos dando abundantes frutos, con el tiempo decaen y
finalmente mueren, siendo suplantados por nuevas generaciones. Lo mismo ocurre
con toda clase de vida animal. Y esto viene sucediendo desde hace millones de
años. De modo que, el bien y el mal son conceptos aplicados según lo que cada
uno percibe de tal hecho. La muerte puede ser vista como algo malo, pero
permite la renovación, nuevas cosas presentadas de distintas maneras, ausencia
de aburrimiento. Si vemos a la muerte solo como el fin de algo para que venga
algo nuevo, es decir un cambio completo de algo, no sería del Diablo eso, sino
de Dios.
Por ello, cuando Lewis se pregunta: “¿Con qué estaba
comparando este universo cuando lo llamaba injusto?”, pues, se estaba comparando
a sí mismo con el mundo exterior y su respuesta sentida en su vivencia
interior. En su ser interior estaba aquello con lo que comparaba para sacar
conclusiones de todo lo externo que experimentaba.
Los religiosos y teólogos llevan a confundir a los pueblos
al enseñar que el mal es todo tipo de pensar u obrar en contra de lo que "Dios
ordena en la Biblia", y que Dios es solo un ser externo que reina en el
macrocosmos. Y como lo que ese Dios enseña de cómo debe ser el hombre ningún
hombre lo puede cumplir, porque odia a su prójimo, roba, mata, desea fornicar, etc.,
el ser humano es un pecador irremediable, ante lo cual su salvación solo es
posible por el padecimiento de otra persona ajena a sí mismo, llamada muerte
vicaria. Pocos llegan a entender que para que el ser humano no hiciera tales
cosas, no deberían existir injusticias, necesidades imperiosas a cubrir y deseos
sexuales difíciles de satisfacer, porque se vuelve incontrolable el hombre cuando se encuentra sometido
a gran presión por alguna de tales situaciones. En otras palabras, no deberían
existir humanos, o los humanos deberían odiar el cuerpo de carne en el cual sus
consciencias viven. Pero la humanidad existe y no se puede aceptar una existencia
contrapuesta como una realidad solo para testificar de la existencia de Dios,
porque significa una existencia ruinosa sin salida.
Noten los cristianos por cómo es descrito Jesús, su maestro
al cual deben seguir sus pisadas o ejemplo (1Pd.2:21; Mt.16:24; 1Jn.2:6), si es
que en verdad se consideran cristianos: un varón que nunca tuvo relaciones
sexuales, con lo cual nunca trabajó para formar una familia. ¡No tenemos
ejemplo de él de ser un padre de familia para imitar! El NT lo describe como alguien
que va en contra de la procreación y de los deseos ‘naturales de la carne’. Es
como si el personaje descrito, si viera una hermosa mujer desnuda no sentiría
absolutamente nada desde su adolescencia y toda su etapa de varón joven, lo que
eso nadie lo cree, por lo que debe entenderse, no que se controlaba “perfectamente”, más bien, si no era un asexuado era alguien que, alterado o no, despreciaba la naturaleza de su cuerpo humano. Los animales machos
bajo el poder de una hormona, la testosterona, sienten un impulso sexual irresistible,
algo natural implementado en todos para asegurar la reproducción. Eso hace que
los humanos trabajen por los bienes de la vida animal para perpetuar su
descendencia. Al actuar en contra del poder de esta hormona, Jesús estaba
obrando en contra de su función: la existencia de la sociedad humana. Con eso, y lo digo con la autoridad que el
mismo NT claramente expone, estaba predicando, claramente testificando tan solo
por su forma de obrar, una negación de la vida o existencia humana, de consciencias en un cuerpo
animal. Cuando la existencia de egos humanos en cuerpos animales es despreciado
de la manera que lo demuestra el NT (Lc.14:26, 27), entonces se aceptan las
injusticias y demás sufrimientos como parte de una situación que debe
necesariamente pasar hasta que tales egos puedan existir en una dimensión de
vida dónde esas situaciones propias de las formas de vida animal ya no
estuvieran reinando o dirigiendo a los espíritus vivientes en ellas (1Cor.6:13; 15:42,
50; 2Cor.5:1). De esta manera la vida humana consiste en percibir, comprender y finalmente ‘aguantar los males de
la carne’ hasta que los mismos pasen.
En consecuencia, lo malo de la vida es ser conscientes de
vivir en cuerpos animales, por eso solamente el ser humano siente vergüenza de
sus partes reproductivas y ejerce la obra del coito en la oscuridad y en lugares
donde ninguna otra persona pueda verlos (Jn.3:20). Todos lo justifican diciendo que se trata de la intimidad, y la intimidad es eso, es algo privado al que nadie tiene derecho a ver. Y si alguien externo lo ve eso es por causa de no tomar las debidas precauciones, y de esta manera los que se dejan ver serían culpables de estar practicando la pornografía, la excitación a la fornicación, a la lascivia, etc. Todo parece un argumento muy sólido. Pero también en la intimidad se forjan las mentiras, los engaños y el fraude. Aparentamos ser lo que no somos escudándonos en la intimidad.
Ahora bien, si las Escrituras enseñan que Dios creó al
hombre y a la mujer y los bendijo para que se reprodujeran, ¿cómo se entiende
esto? ¿No hay una clara contradicción?
Seguramente si entendemos la reproducción en sentido literal
y no espiritual. Lo malo no son las relaciones sexuales ni la reproducción en
el reino animal, sino el de ser personas espirituales en cuerpo animal, un
cuerpo bastante deficiente en muchas cosas, inservible para alojar espíritus
elevados. ¿Acaso, podemos ser personas de otra manera? Sí, esas son las
personas naturales, espíritus inferiores que ven la existencia animal como la
única forma de poder existir, viviendo una existencia dual, hipócrita,
negándose espiritualmente. Para cuando esa persona se transforma y llega a ser
una persona espiritual de un orden superior, su enfoque cambia y ya no desea
una vida o existencia en cuerpo animal.
Debemos recordar que esa bendición fue dada
antes que el hombre sintiera vergüenza de estar desnudo, es decir, cuando
todavía, o era un inconsciente de su condición espiritual, o bien, no eran
espíritus encerrados en cuerpos animales sino libres. Y cuando pasó a tener
descendencia, fue a partir de su consciencia espiritual de estar aprisionado en
un cuerpo de animal moribundo. A partir de entonces, la meta de todo ser
espiritual es dejar su cuerpo animal. Eso es lo revelado con toda claridad en
el NT, un camino abierto por el Señor Jesucristo, una entidad generadora de un ideal aparentemente nuevo, pero que sin embargo era ya parte de un antiquísimo arquetipo, razón de su atracción a las almas humanas. Esto se interpreta en la
Escrituras como la regeneración (resurrección), un proceso de aprendizaje
mediante experiencias y conocimientos hasta alcanzar finalmente la liberación. Es una construcción proveniente del idealismo oriental. Ese es pues el sendero o camino del bien, de la verdad y la vida, y lo opuesto
o negación de ello es el mal, pero solo el mal para lo que es humano. Por lo
tanto, el mal no es el pecado visto como las obras animales, sino de ser
espíritus atrapados en dichos cuerpos físicos propios de la naturaleza animal.
Como espíritus libres existimos como criaturas creadas sin relaciones sexuales,
en ausencia de apetitos carnales de cualquier tipo. Es decir, no somos el
resultado indirecto del apetito o deseo de otros, sino de la voluntad de Dios, voluntad
en la que cada uno participa de su propia creación.
La contradicción atea
El ateo niega exista Dios, y cuando habla de Dios habla del Dios de las religiones, sin saber que ese Dios es algo que el mismo sabe que existe pero no cree, porque mira mal. Lo interesante aquí es que los creyentes tampoco saben bien de qué Dios hablan, ellos solo creen en Dios, y debe ser el que sus padres o alguna religión les ha enseñado, porque intuitivamente así lo sienten, diciéndose a sí mismos que algo supremo tiene que existir. Al ateo esto le causa gracia y lo cuestiona, piensa que solo él es racional y desecha creer que exista algún Dios frente a tantas preguntas que hace y percibe que no se la contestan como a él le gustaría. Pero tanto los religiosos como los ateos no saben, solo creen o no creen. Así efectivamente es, pues le pregunto al ateo, ¿cree que existe el ser? Ningún ateo niega exista el ser. El mismo siente que es él y no otro, esta consciente de existir. Por lo tanto, hasta los ateos saben que el ser existe, tanto en él mismo como en los demás, aunque le sea sumamente difícil definir lo que es el ser, y muchas veces prefiera decir que no sabe lo que es.
De modo que todos saben que el ser existe, sean ateos a creyentes en algún Dios, porque lo importante es saber que existe Dios y no solo creer que existe. Dios es el ser, la consciencia universal, eso solo un tonto puede decir que no existe. Un ateo, que no acepte este razonamiento, debería consecuentemente negar el "yo soy". Nunca podría decir "yo soy fulano", debería decir: "no creo que yo sea fulano", o "no creo que tú eres fulano", pero si así dijera, todos dirían que es un estúpido.
Y los que creen que existe un Dios, deberían más bien pasar a saber que Dios existe, del mismo modo que saben que el "yo" existe, como muy bien lo saben en ellos mismos y entienden que también lo es para todos los demás. El problema que tienen los creyentes es que no pueden darse cuenta que el yo, la consciencia de ser, sea Dios, porque imaginan que es un ser totalmente separado, una persona distinta a ellos que tiene la forma de un ser humano con la capacidad de hacer milagros de cualquier tipo, y allí es cuando caen en las incertidumbres propias de los ateos.
En consecuencia, todos sabemos que existimos como seres, yo soy un ser, tú eres un ser, los demás, cada uno es un ser, y por tanto cada uno es un "yo soy", donde todos decimos "yo soy tal y tal". Eso no lo creemos, lo sabemos, quien lo niegue es simplemente un tonto aunque nos resulte difícil definir al ser, en especial, como una entidad universal. Pero eso no quita que neguemos la existencia del ser, y cuestionar al aceptar la existencia de una consciencia universal que otros llamen a esa entidad "Dios", aunque no puedan explicarla ni definir con exactitud.
Por lo tanto, el ateo que niega a esa entidad llamada Dios como regente universal, negando al ser racional por el cual sabe que es, se contradice a sí mismo, es cabalmente un estúpido, un ciego, un irracional.
En el AT, el nombre de Dios, Jehová o Yahvé, significa "seré lo que seré", es la consciencia de ser, y de ser lo que desee ser acorde a su voluntad. De lo que hablan los judíos cuando nombran a Dios es justamente del ser, del yo soy, del existente, el cual existe en cada uno de nosotros en la forma de una diminuta chispa procedente de una entidad trascendente universal. Cuando los ateos se enredan pensando que esa entidad universal es una persona atada a sus caprichos individuales, a la semejanza de un operario contratado que debe estar ocupándose a todo momento de todo lo que sucede en el cosmos y a cada una de sus criaturas humanas para que las cosas resulten como a cada uno personalmente le gustaría que fueran, se equivoca completamente, porque en él se encuentra la responsabilidad de hacer lo que el espera de otro que haga al gusto suyo. Es él mismo que debe moverse para crear lo que desea crear, para ser lo que desea ser y no criticar al otro del motivo por el cual no lo hace. Esperar que otro sea por él lo que él desea ser, es algo que no existe en ninguna parte. En vez de juzgar a otros debe juzgarse a sí mismo y obrar en consecuencia, de lo contrario solo obtendrá la condenación, viviendo en el infierno que él mismo se creó.
Vean por favor este video y respondan lo que sienten después de verlo, más que nada para analizarse a sí mismos sobre su propia reacción en la respuesta que piensan. Si no te conmueve algo anda mal en tu alma, pero si te conmueve, pregúntate por qué te conmueves.
Conclusión
Ese video permite reflexionar que todo ser humano
sin esperanza se vuelve negativo y agresivo, es decir, se torna autodestructivo,
desarrollando la neurosis crónica. No importan las diferencias doctrinales,
sino tener una esperanza, aún si esa esperanza nunca se cumpla como la imagina.
Todo ser humano tiene la necesidad de Dios, de alguien superior que pueda hacer
por él lo que nadie puede. Si eso falta, al serle negada por el ser consciente,
el alma sufre, y a diferencia de un creyente en Dios, que ve la muerte como una
puerta de entrada, el ateo la ve como una puerta de salida, viviendo una
existencia de resentimiento y frustración. Esa jovencita ciega es feliz aunque
sigue siendo ciega. Dios no le dio la vista milagrosamente, pero ella es feliz.
¿Por qué? Porque tiene esperanza de un día ver, el día que esté con Jesús en el
cielo. Y no solo eso. Dios ha hecho, usando a otras personas (sin importar de
cuál religión cristiana sean), que muchos la hagan sentir que es una princesa,
haciendo que su felicidad interior rebose. La ven sencilla, un alma pura, por
eso han dado en llamarla “Hija de Dios”, algo que atrae a cualquier alma que
tenga corazón. Esa jovencita es una evidencia palpable para quien desee ver que
la condición física o material no es lo importante en esta vida, sino la
condición del alma, y esa condición solo la brinda Dios. Por eso lo que debemos
salvar es el alma, no el cuerpo. Aquí vemos que el alma existe, no es el cuerpo
con vida, sino un estado de vida interior que trasciende la realidad material.
Negar eso sería otra estupidez, propia de los ateos.
Me agrada escuchar a otros cristianos cuando hablan
con profundidad de pensamiento, sin importar su denominación. Por ejemplo, en una conferencia del Dr.
Pablo Martínez Vila, un psiquiatra que a la vez es un predicador evangélico
protestante, del grupo de los Bautistas, manifiesta con total franqueza ante
ciertas preguntas que no tiene la respuesta o que podría serlo hasta cierto grado,
y ante otras brinda lo que cree es una buena respuesta, al menos para él.
Valoro personas de ese calibre, porque no solo son inteligentes, eruditos, sino
humildes y capaces de cambiar de punto de vista o apreciar el de cualquier otro.
Comparten lo que saben y aprenden de otros, y lo que enseñan no son tonterías.
Por ejemplo, muestran una realidad que pocos ateos
quieres reconocer, que es que los cristianos creyentes tienen un mayor índice
de salud mental de aquellos que son ateos. Menciona que se puede matar a Dios,
pero no se puede matar la sed de Dios. Cita a Julián
Barnes, un escritor ateo inglés, generador de frases como: "La gente sólo cree en la religión
porque tiene miedo a la muerte", o "El cimiento más sólido de la religión es el desprecio de la vida",
cuando en un momento de sinceramiento también escribe: “No creo en Dios, pero lo echo de menos”. En todas revela que la desesperada
finitud humana impulsa buscar a Dios, un Dios que cuando el creyente lo busca,
lo encuentra y le satisface el alma, algo que Barnes notaba enormemente en su
propia alma esa insatisfacción al negarse a esa búsqueda por ser ateo. Quiérase
o no, Barnes nos confiesa algo que no podemos pasar por alto gracias a su propia
experiencia. Lo que confiesa lo confiesa su alma, y le creo, porque es Dios
quien habla en él aunque el mismo no lo sabe.
Muy interesante cuando habla de la conciencia reflexiva. Solamente el ser
humano, y a partir de cierta edad, se da
cuenta que se da cuenta. La prueba del espejo lo expone. Ningún animal, ni
siquiera un bebé humano, se dan cuenta que son ellos mismos viéndose en un
espejo, porque carecen de conciencia reflexiva. Es a lo que me refería con el “yo
soy” o el “seré lo que seré”, la autoconciencia del ser manifestada en las Escrituras como la realidad proyectada de Dios. Agrego a ello que
también la conciencia reflexiva se encuentra asociada a la razón, con la
capacidad creativa y el desarrollo del pensamiento simbólico, acompañada de
capacidades como la risa y el llanto en su sentido profundo, dando lugar a la
comprensión del gozo o al dolor experimentado. Somos la única forma de vida
animal que vive la música y el canto. Estoy plenamente seguro que un calandria
no vive sus notas musicales de la misma manera que la podemos disfrutar
nosotros al escucharla.
Gracias por leer y que esto te sirva para despertarte de tu sueño.