jueves, 15 de noviembre de 2018

¿Por qué los ateos se contradicen tanto?



Cuando los ateos cuestionan a los creyentes la existencia de Dios lo hacen sobre el fundamento de su creencia sobre ese Dios: ¿por qué motivo, si realmente existe un Dios todopoderoso que es amor existe un mal estructurado contra el cual todo ser humano debe luchar para sobrevivir hasta que finalmente debe morir? Si Dios existe, entonces debe ser tanto bueno como malo al mismo tiempo. Como eso sería contradictorio, y los creyentes también lo niegan, entonces concluyen que es mejor decir que Dios no existe.

Pero esto deja en evidencia una gran contradicción en su manera de razonar, porque la cuestión que los ateos levantan es completamente ilógica para zanjar la disputa en cuanto a la existencia o no de Dios, puesto que a lo sumo lo que están cuestionando es su carácter o forma de proceder, es decir, a priori admiten su existencia, solo que no les agrada como es según ellos lo ven desde su punto de vista.

Para el mal los creyentes en Dios atribuyen su origen al Diablo, su causa, que para ellos además se ocupa de perpetuar, pero el problema consiste en que no existe una respuesta de parte de los creyentes que resulte satisfactoria en explicar cómo es posible que ese Diablo sea Todopoderoso también, ya que Dios no puede con él. Responder que el Diablo, como agente externo al hombre, lo es por elección propia genera una situación inaceptable, porque solamente alguien puede causar males por ignorancia, origen de odios y peleas. ¿Qué gloria y honor puede atribuirse a personajes de ese tipo? Ninguno, por supuesto. Pero además, ¿qué podemos decir de los males propios de la naturaleza, en medio de la cual se percibe la vulnerabilidad del ser humano? ¿Es ignorancia o sistémico? Sobre esto los creyentes en un Dios Bueno no tienen respuesta, salvo hablar sobre el concepto del mal en sí mismo, dónde si algo es malo es porque debe existir algo que es bueno. Y si hay algo bueno, eso pues debe ser Dios, y punto, algo bastante infantil.

Cuando el humano habla del mal se refiere a todo lo malo estructurado, todo aquello que le causa dolor, sufrimiento, angustia, problemas, perjuicios, contra los cuales requiere de esfuerzos, lucha, etc. Por ejemplo, los fuertes vientos, las inundaciones, huracanes, son algo malo por los estragos que causa, muertes, pérdidas económicas, etc. La contraparte de ese mal es obviamente el buen tiempo, lluvias y vientos suaves, ni frío ni calor excesivo, etc. ¿Significa por ello que el buen tiempo es Dios porque equivale a lo que se considera bueno? ¿O es Dios el originador del buen tiempo y el Diablo del malo? Personalizar los procesos y efectos naturales no parece corresponder a mentes inteligentes.

El promedio de vida de la mayoría de la gente trabajadora de hace un siglo era menor a 50 años, mientras que hoy supera los 65 años, y poder vivir más años y mejor gracias a los avances no solo en medicina sino en tecnología de la producción no se lo debemos a ningún Dios religioso que haya hecho algo. Los virus, bacterias, enfermedades degenerativas son males contra los cuales la medicina ganó batallas contra la naturaleza de Dios para prolongar la vida de millones de personas. En tal caso, los médicos y científicos son quienes se arremangaron los brazos y han buscado las formas de mitigar los males propios de la naturaleza, algo que cualquier ateo diría por qué no se encargó Dios de eso si es que existe y ya sabía de antes cómo evitar tales males. Sin embargo, por miles de años la vida humana ha sido una desgracia constante, solo algo mejor ahora gracias a los avances tecnológicos durante el siglo XX. Fue acaso Alá, Jehová, Yavé, Krisna, Jesús o algún otro Dios que produjo eso. No, fue el ser humano dedicado a la investigación, estudio y aplicación de sus conocimientos, que tan duro le ha costado obtenerlos y nunca algún Dios le pasó dato alguno para que pudiera mejorar su nivel de vida. Por lo tanto, de esas cosas evidentemente buenas producidas solo se la debemos al trabajo del ser humano y no de algún Dios, pues nadie ha sido testigo de haber visto que algún Dios religioso haya hecho alguna cosa buena por la humanidad.

¿No parecen argumentos suficientes para desestimar la existencia de Dios alguno? Un ex-presidente latinoamericano dijo en una ocasión: "He visto tantas cosas que es imposible creer que exista un Dios que se preocupe por lo que nos pasa". Los ateos parecen tener suficientes razones para establecer que el ser humano hasta es mejor que Dios, si existiera, claro, por eso simplemente no puede existir. Irónicamente expresan "Gracias a Dios soy ateo". Sin embargo, ¿no están los ateos frente a una contradicción abismal? ¿Cómo es posible que como humanos podamos razonar sobre el bien y el mal y al mismo tiempo negar la existencia de la razón? "No, no, pero pare (me dirá el ateo), -yo no niego que exista la razón, mediante la razón he descubierto que Dios no existe" ¡Ah, que bien! Es decir, la consciencia del ateo niega la existencia de cualquier Dios, es decir, una entidad suprema regente universal, simplemente porque cree tener razón. ¡Magnífico! ¡Y encima se cree razonar mejor que cualquier otra mente! ¿No será más bien que algunas de tales razones lo llevan a concluir de modo extremo, por ejemplo, al fundarse en las razones de los creyentes? Nuestras razones son perfectibles, del mismo modo no importan mucho las razones de quienes proceda, sea de ateos o de creyentes o de agnósticos o de lo que fuera. Todos estamos en un proceso de aprendizaje en nuestras capacidades de raciocinio, de juzgar y dictar sentencias.

La vida humana en esta tierra, si existiera un Dios, es como si a propósito ese Dios se propusiera que sea castigada, expuesta a constantes conflictos necesarios de superar, y todas las mejoras solo son atribuibles al esfuerzo humano para atenuar y poder alegrar en algo la cruel existencia. Desde hace miles de años la humanidad ha estado viviendo vidas miserables, en aprietos, enfermedades, muertes prematuras, y en una gran ignorancia. Si un Dios creó al ser humano, es como si nos hizo para padecer, atados a condiciones de vida duras, donde los injustos y malvados hacen de las suyas sin poder la mayoría quitárselos de encima, salvo mediante cruentas revoluciones, debiendo una gran mayoría laborar duro para mantener casi siempre séquitos de parásitos y sinvergüenzas que los dominan.

Todo lo que conocemos como vida en la tierra cumple ciclos, todo lo biológico se renueva mediante las nuevas generaciones. Los árboles que antes lucían vigorosos dando abundantes frutos, con el tiempo decaen y finalmente mueren, siendo suplantados por nuevas generaciones. Lo mismo ocurre con toda clase de vida animal. Y esto viene sucediendo desde hace millones de años. De modo que, el bien y el mal son conceptos aplicados según lo que cada uno percibe de tal hecho. La muerte puede ser vista como algo malo, pero permite la renovación, nuevas cosas presentadas de distintas maneras, ausencia de aburrimiento. Si vemos a la muerte solo como el fin de algo para que venga algo nuevo, es decir un cambio completo de algo, no sería del Diablo eso, sino de Dios.

Por ello, cuando Lewis se pregunta: “¿Con qué estaba comparando este universo cuando lo llamaba injusto?”, pues, se estaba comparando a sí mismo con el mundo exterior y su respuesta sentida en su vivencia interior. En su ser interior estaba aquello con lo que comparaba para sacar conclusiones de todo lo externo que experimentaba.

Los religiosos y teólogos llevan a confundir a los pueblos al enseñar que el mal es todo tipo de pensar u obrar en contra de lo que "Dios ordena en la Biblia", y que Dios es solo un ser externo que reina en el macrocosmos. Y como lo que ese Dios enseña de cómo debe ser el hombre ningún hombre lo puede cumplir, porque odia a su prójimo, roba, mata, desea fornicar, etc., el ser humano es un pecador irremediable, ante lo cual su salvación solo es posible por el padecimiento de otra persona ajena a sí mismo, llamada muerte vicaria. Pocos llegan a entender que para que el ser humano no hiciera tales cosas, no deberían existir injusticias, necesidades imperiosas a cubrir y deseos sexuales difíciles de satisfacer, porque se vuelve incontrolable el hombre cuando se encuentra sometido a gran presión por alguna de tales situaciones. En otras palabras, no deberían existir humanos, o los humanos deberían odiar el cuerpo de carne en el cual sus consciencias viven. Pero la humanidad existe y no se puede aceptar una existencia contrapuesta como una realidad solo para testificar de la existencia de Dios, porque significa una existencia ruinosa sin salida.

Noten los cristianos por cómo es descrito Jesús, su maestro al cual deben seguir sus pisadas o ejemplo (1Pd.2:21; Mt.16:24; 1Jn.2:6), si es que en verdad se consideran cristianos: un varón que nunca tuvo relaciones sexuales, con lo cual nunca trabajó para formar una familia. ¡No tenemos ejemplo de él de ser un padre de familia para imitar! El NT lo describe como alguien que va en contra de la procreación y de los deseos ‘naturales de la carne’. Es como si el personaje descrito, si viera una hermosa mujer desnuda no sentiría absolutamente nada desde su adolescencia y toda su etapa de varón joven, lo que eso nadie lo cree, por lo que debe entenderse, no que se controlaba “perfectamente”, más bien, si no era un asexuado era alguien que, alterado o no, despreciaba la naturaleza de su cuerpo humano. Los animales machos bajo el poder de una hormona, la testosterona, sienten un impulso sexual irresistible, algo natural implementado en todos para asegurar la reproducción. Eso hace que los humanos trabajen por los bienes de la vida animal para perpetuar su descendencia. Al actuar en contra del poder de esta hormona, Jesús estaba obrando en contra de su función: la existencia de la sociedad humana. Con eso, y lo digo con la autoridad que el mismo NT claramente expone, estaba predicando, claramente testificando tan solo por su forma de obrar, una negación de la vida o existencia humana, de consciencias en un cuerpo animal. Cuando la existencia de egos humanos en cuerpos animales es despreciado de la manera que lo demuestra el NT (Lc.14:26, 27), entonces se aceptan las injusticias y demás sufrimientos como parte de una situación que debe necesariamente pasar hasta que tales egos puedan existir en una dimensión de vida dónde esas situaciones propias de las formas de vida animal ya no estuvieran reinando o dirigiendo a los espíritus vivientes en ellas (1Cor.6:13; 15:42, 50; 2Cor.5:1). De esta manera la vida humana consiste en percibir, comprender y finalmente ‘aguantar los males de la carne’ hasta que los mismos pasen.

En consecuencia, lo malo de la vida es ser conscientes de vivir en cuerpos animales, por eso solamente el ser humano siente vergüenza de sus partes reproductivas y ejerce la obra del coito en la oscuridad y en lugares donde ninguna otra persona pueda verlos (Jn.3:20). Todos lo justifican diciendo que se trata de la intimidad, y la intimidad es eso, es algo privado al que nadie tiene derecho a ver. Y si alguien externo lo ve eso es por causa de no tomar las debidas precauciones, y de esta manera los que se dejan ver serían culpables de estar practicando la pornografía, la excitación a la fornicación, a la lascivia, etc. Todo parece un argumento muy sólido. Pero también en la intimidad se forjan las mentiras, los engaños y el fraude. Aparentamos ser lo que no somos escudándonos en la intimidad.

Ahora bien, si las Escrituras enseñan que Dios creó al hombre y a la mujer y los bendijo para que se reprodujeran, ¿cómo se entiende esto? ¿No hay una clara contradicción?
Seguramente si entendemos la reproducción en sentido literal y no espiritual. Lo malo no son las relaciones sexuales ni la reproducción en el reino animal, sino el de ser personas espirituales en cuerpo animal, un cuerpo bastante deficiente en muchas cosas, inservible para alojar espíritus elevados. ¿Acaso, podemos ser personas de otra manera? Sí, esas son las personas naturales, espíritus inferiores que ven la existencia animal como la única forma de poder existir, viviendo una existencia dual, hipócrita, negándose espiritualmente. Para cuando esa persona se transforma y llega a ser una persona espiritual de un orden superior, su enfoque cambia y ya no desea una vida o existencia en cuerpo animal.

Debemos recordar que esa bendición fue dada antes que el hombre sintiera vergüenza de estar desnudo, es decir, cuando todavía, o era un inconsciente de su condición espiritual, o bien, no eran espíritus encerrados en cuerpos animales sino libres. Y cuando pasó a tener descendencia, fue a partir de su consciencia espiritual de estar aprisionado en un cuerpo de animal moribundo. A partir de entonces, la meta de todo ser espiritual es dejar su cuerpo animal. Eso es lo revelado con toda claridad en el NT, un camino abierto por el Señor Jesucristo, una entidad generadora de un ideal aparentemente nuevo, pero que sin embargo era ya parte de un antiquísimo arquetipo, razón de su atracción a las almas humanas. Esto se interpreta en la Escrituras como la regeneración (resurrección), un proceso de aprendizaje mediante experiencias y conocimientos hasta alcanzar finalmente la liberación. Es una construcción proveniente del idealismo oriental. Ese es pues el sendero o camino del bien, de la verdad y la vida, y lo opuesto o negación de ello es el mal, pero solo el mal para lo que es humano. Por lo tanto, el mal no es el pecado visto como las obras animales, sino de ser espíritus atrapados en dichos cuerpos físicos propios de la naturaleza animal. Como espíritus libres existimos como criaturas creadas sin relaciones sexuales, en ausencia de apetitos carnales de cualquier tipo. Es decir, no somos el resultado indirecto del apetito o deseo de otros, sino de la voluntad de Dios, voluntad en la que cada uno participa de su propia creación.

La contradicción atea

El ateo niega exista Dios, y cuando habla de Dios habla del Dios de las religiones, sin saber que ese Dios es algo que el mismo sabe que existe pero no cree, porque mira mal. Lo interesante aquí es que los creyentes tampoco saben bien de qué Dios hablan, ellos solo creen en Dios, y debe ser el que sus padres o alguna religión les ha enseñado, porque intuitivamente así lo sienten, diciéndose a sí mismos que algo supremo tiene que existir. Al ateo esto le causa gracia y lo cuestiona, piensa que solo él es racional y desecha creer que exista algún Dios frente a tantas preguntas que hace y percibe que no se la contestan como a él le gustaría. Pero tanto los religiosos como los ateos no saben, solo creen o no creen. Así efectivamente es, pues le pregunto al ateo, ¿cree que existe el ser? Ningún ateo niega exista el ser. El mismo siente que es él y no otro, esta consciente de existir. Por lo tanto, hasta los ateos saben que el ser existe, tanto en él mismo como en los demás, aunque le sea sumamente difícil definir lo que es el ser, y muchas veces prefiera decir que no sabe lo que es.

De modo que todos saben que el ser existe, sean ateos a creyentes en algún Dios, porque lo importante es saber que existe Dios y no solo creer que existe. Dios es el ser, la consciencia universal, eso solo un tonto puede decir que no existe. Un ateo, que no acepte este razonamiento, debería consecuentemente negar el "yo soy". Nunca podría decir "yo soy fulano", debería decir: "no creo que yo sea fulano", o "no creo que tú eres fulano", pero si así dijera, todos dirían que es un estúpido. 

Y los que creen que existe un Dios, deberían más bien pasar a saber que Dios existe, del mismo modo que saben que el "yo" existe, como muy bien lo saben en ellos mismos y entienden que también lo es para todos los demás. El problema que tienen los creyentes es que no pueden darse cuenta que el yo, la consciencia de ser, sea Dios, porque imaginan que es un ser totalmente separado, una persona distinta a ellos que tiene la forma de un ser humano con la capacidad de hacer milagros de cualquier tipo, y allí es cuando caen en las incertidumbres propias de los ateos. 

En consecuencia, todos sabemos que existimos como seres, yo soy un ser, tú eres un ser, los demás, cada uno es un ser, y por tanto cada uno es un "yo soy", donde todos decimos "yo soy tal y tal". Eso no lo creemos, lo sabemos, quien lo niegue es simplemente un tonto aunque nos resulte difícil definir al ser, en especial, como una entidad universal. Pero eso no quita que neguemos la existencia del ser, y cuestionar al aceptar la existencia de una consciencia universal que otros llamen a esa entidad "Dios", aunque no puedan explicarla ni definir con exactitud.

Por lo tanto, el ateo que niega a esa entidad llamada Dios como regente universal, negando al ser racional por el cual sabe que es, se contradice a sí mismo, es cabalmente un estúpido, un ciego, un irracional.

En el AT, el nombre de Dios, Jehová o Yahvé, significa "seré lo que seré", es la consciencia de ser, y de ser lo que desee ser acorde a su voluntad. De lo que hablan los judíos cuando nombran a Dios es justamente del ser, del yo soy, del existente, el cual existe en cada uno de nosotros en la forma de una diminuta chispa procedente de una entidad trascendente universal. Cuando los ateos se enredan pensando que esa entidad universal es una persona atada a sus caprichos individuales, a la semejanza de un operario contratado que debe estar ocupándose a todo momento de todo lo que sucede en el cosmos y a cada una de sus criaturas humanas para que las cosas resulten como a cada uno personalmente le gustaría que fueran, se equivoca completamente, porque en él se encuentra la responsabilidad de hacer lo que el espera de otro que haga al gusto suyo. Es él mismo que debe moverse para crear lo que desea crear, para ser lo que desea ser y no criticar al otro del motivo por el cual no lo hace. Esperar que otro sea por él lo que él desea ser, es algo que no existe en ninguna parte. En vez de juzgar a otros debe juzgarse a sí mismo y obrar en consecuencia, de lo contrario solo obtendrá la condenación, viviendo en el infierno que él mismo se creó.

Vean por favor este video y respondan lo que sienten después de verlo, más que nada para analizarse a sí mismos sobre su propia reacción en la respuesta que piensan. Si no te conmueve algo anda mal en tu alma, pero si te conmueve, pregúntate por qué te conmueves.

Conclusión

Ese video permite reflexionar que todo ser humano sin esperanza se vuelve negativo y agresivo, es decir, se torna autodestructivo, desarrollando la neurosis crónica. No importan las diferencias doctrinales, sino tener una esperanza, aún si esa esperanza nunca se cumpla como la imagina. Todo ser humano tiene la necesidad de Dios, de alguien superior que pueda hacer por él lo que nadie puede. Si eso falta, al serle negada por el ser consciente, el alma sufre, y a diferencia de un creyente en Dios, que ve la muerte como una puerta de entrada, el ateo la ve como una puerta de salida, viviendo una existencia de resentimiento y frustración. Esa jovencita ciega es feliz aunque sigue siendo ciega. Dios no le dio la vista milagrosamente, pero ella es feliz. ¿Por qué? Porque tiene esperanza de un día ver, el día que esté con Jesús en el cielo. Y no solo eso. Dios ha hecho, usando a otras personas (sin importar de cuál religión cristiana sean), que muchos la hagan sentir que es una princesa, haciendo que su felicidad interior rebose. La ven sencilla, un alma pura, por eso han dado en llamarla “Hija de Dios”, algo que atrae a cualquier alma que tenga corazón. Esa jovencita es una evidencia palpable para quien desee ver que la condición física o material no es lo importante en esta vida, sino la condición del alma, y esa condición solo la brinda Dios. Por eso lo que debemos salvar es el alma, no el cuerpo. Aquí vemos que el alma existe, no es el cuerpo con vida, sino un estado de vida interior que trasciende la realidad material. Negar eso sería otra estupidez, propia de los ateos.

Me agrada escuchar a otros cristianos cuando hablan con profundidad de pensamiento, sin importar su denominación. Por ejemplo, en una conferencia del Dr. Pablo Martínez Vila, un psiquiatra que a la vez es un predicador evangélico protestante, del grupo de los Bautistas, manifiesta con total franqueza ante ciertas preguntas que no tiene la respuesta o que podría serlo hasta cierto grado, y ante otras brinda lo que cree es una buena respuesta, al menos para él. Valoro personas de ese calibre, porque no solo son inteligentes, eruditos, sino humildes y capaces de cambiar de punto de vista o apreciar el de cualquier otro. Comparten lo que saben y aprenden de otros, y lo que enseñan no son tonterías.

Por ejemplo, muestran una realidad que pocos ateos quieres reconocer, que es que los cristianos creyentes tienen un mayor índice de salud mental de aquellos que son ateos. Menciona que se puede matar a Dios, pero no se puede matar la sed de Dios. Cita a Julián Barnes, un escritor ateo inglés, generador de frases como: "La gente sólo cree en la religión porque tiene miedo a la muerte", o "El cimiento más sólido de la religión es el desprecio de la vida", cuando en un momento de sinceramiento también escribe: “No creo en Dios, pero lo echo de menos”. En todas revela que la desesperada finitud humana impulsa buscar a Dios, un Dios que cuando el creyente lo busca, lo encuentra y le satisface el alma, algo que Barnes notaba enormemente en su propia alma esa insatisfacción al negarse a esa búsqueda por ser ateo. Quiérase o no, Barnes nos confiesa algo que no podemos pasar por alto gracias a su propia experiencia. Lo que confiesa lo confiesa su alma, y le creo, porque es Dios quien habla en él aunque el mismo no lo sabe.

Muy interesante cuando habla de la conciencia reflexiva. Solamente el ser humano, y a partir de cierta edad, se da cuenta que se da cuenta. La prueba del espejo lo expone. Ningún animal, ni siquiera un bebé humano, se dan cuenta que son ellos mismos viéndose en un espejo, porque carecen de conciencia reflexiva. Es a lo que me refería con el “yo soy” o el “seré lo que seré”, la autoconciencia del ser manifestada en las Escrituras como la realidad proyectada de Dios. Agrego a ello que también la conciencia reflexiva se encuentra asociada a la razón, con la capacidad creativa y el desarrollo del pensamiento simbólico, acompañada de capacidades como la risa y el llanto en su sentido profundo, dando lugar a la comprensión del gozo o al dolor experimentado. Somos la única forma de vida animal que vive la música y el canto. Estoy plenamente seguro que un calandria no vive sus notas musicales de la misma manera que la podemos disfrutar nosotros al escucharla. 

Gracias por leer y que esto te sirva para despertarte de tu sueño.


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