Si en este mundo no somos industriosos, animosos, con ganas de hacer cosas, apasionados, vamos encaminados a la vagancia, a la inoperancia, a la victimización. Pues nadie se apasiona por algo que considera inútil. Cree que puede cambiar para mejorar su vida y el mundo en el cual vive, se obliga a si mismo aunque más no sea hacer lo mínimo dentro de sus posibilidades para lograr cambios y mantener un rumbo. Estos vecinos, cuando les hablan a sus hijos solo es para insultarlos, los retan, le gritan por cualquier nimiedad, pero esos niños son tan inteligentes, como esponjas secas desperdiciadas se hallan, que cuando los veo me dan tanta pena y desánimo al contemplar que este tipo de personas se multiplican por miles, siendo en buena medida la causa de tanta flojera y pobreza del país. Ni la madre ni el padre se interesan por la actividad escolar del mayorcito. Este hijo vive aburrido, se la pasa con jueguitos hasta las 4 de la madrugada y al otro día tiene sueño y no va a la escuela. Ni la madre ni el padre les preocupa esta deriva y falta de orden, pensando que tienen que dejar al hijo que decida por sí mismo lo que quiere hacer, dejarlo desarrollarse por su cuenta. No alcanzan a ver lo depresivo que está ese chico, solitario y desganado para todo, incapaz de emprender algo, odia estudiar, convirtiéndose en un sujeto pasivo en vez de una persona activa, espectador en vez de partícipe.
Yo mismo sé que la existencia es de sufrimiento y dolor, pero no puedo dejar que todo se derrumbe a mi entorno, pues eso solo incrementaría el dolor y el sufrimiento. Me obligo en hacer lo necesario para mantener lo logrado después de tantos años de duro trabajo. Pero esta gente hace tan poco y nada, que ni siquiera le preocupa que sus propios hijos se hallen a la deriva, en una situación de abandono, aun cuando uno mismo se los dice, tratando de animarlos a ser responsables, buscar su mejoramiento. En vez de eso, la madre se la pasa mirando novelas televisivas todo el día, ni siquiera cocina, compran comidas chatarra y pre-elaboradas, los niños ansiosos están por que los disciplinen, les digan por dónde tienen que ir para construir sus propias vidas, animarlos a perseguir sus sueños, pero esos padres ni idea tienen de su propio rumbo en la vida, ya vienen de padres semejantes.
Ver eso deprime, porque el abandono de los otros resulta al final en una carga más pesada para los que laboran para hacer de esta vida algo mejor de lo que la sola naturaleza brinda. Hay gente que no planta siquiera un árbol frutal para no tener que juntar las hojas en otoño. Prefieren tener sus lotes repletos de basura antes que tener un hermoso jardín, pudiendo hacerlo, pues es perfectamente factible, posible. Pero el solo hecho de hacer algo los predispone a la negación. No quieren hacer nada. Imaginan que todo tiene que venir de arriba, que son otros lo que tienen que hacerlo, darles un buen trabajo, ganar mucho dinero, y de esa manera poder pagar para que otros lo hagan por ellos. De otra manera es para ellos imposible. Así lo ven.
Existe una actitud de desgano, sin amor por la vida ni nada de lo que en ella podamos apreciar. No es que no existan cosas por las cuales apasionarse, no existe entusiasmo alguno por ninguna de esas cosas, como si las personas se sintieran totalmente frustradas, apáticas, sin ánimo para nada, como si ya nada tuviera importancia alguna. Este tipo de actitud se ve en muchas partes y poco a poco influye a otros produciendo una especie de decadencia generalizada, sintiendo como si uno estuviera inmerso en una sociedad desorientada y moribunda.
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