viernes, 3 de julio de 2015

¿Casualidad o acción inteligente?

Lo mejor de la vida no fue planeado, de hecho era un imposible, matemáticamente demostrado de modo completo, sin embargo todo eso simplemente me sucedió, sucedió lo imposible. Y no un solo hecho fortuito que cambió todo, fue una secuencia de los mismos, una reiteración prolongada orientadas en la misma dirección durante un largo tiempo para que algo concreto ocurriera. ¿Cómo se me explica tal realidad? ¿Coincidencias? Si no es posible replicar el suceso, satisfaciendo la metodología científica, ¿concluiremos que es una bobada pensar en algo más allá de la simple ciega materialidad? ¿Diremos que más adelante descubriremos las causas de tal suceso, quizá evidenciando que todo ocurrió porque estaba el horno de microondas del vecino encendido?

                                             Estrecho de Magallanes. Conrad Martens

Los sucesos pueden ser imposibles, seguros o probables. Dentro de los probables, las posibilidades de ocurrir varían en función de ciertos parámetros. De allí que algunos de tales sucesos por su escasa probabilidad de ocurrir se los puede considerar casi imposibles. 

Si miras la fotografía puedes afirmar sin temor a equivocarte que existe un truco, mediante el cual se crea una ilusión visual, pues en la realidad es imposible armar con doce dados un triángulo de ese tipo.

Podemos distinguir tres tipos de imposibles: los estadísticos, los prácticos y lo fundamentales. El ejemplo de los dados lo podemos catalogar dentro del tipo fundamental. Los dos primeros tipos en realidad no son imposibles, pero son tan difíciles que en la práctica podemos considerarlos como tal. En el caso de los estadísticos, si llegaran a ocurrir del modo en que no debieran, por ejemplo de manera reiterada y repetitiva, como si estuvieran pergeñando un plan, cualquiera sospecharía de un elemento extraño no contemplado interfiriendo claramente en una realidad no esperada.

Para entender mejor esto apelaré a la intuición con un ejemplo bastante esclarecedor: ¿Consentirías en emprender un proyecto de varios años en el cual debes invertir tu dedicación y una importante suma de dinero confiando que durante varias visitas a un casino cada mes de parte de un socio durante los años que dure tu empresa obtendrás de allí todo el dinero que necesitarás para concluirlo? 

Si tal emprendimiento requiriera de un compromiso económico en garantía, seguramente nadie lo emprendería, pues el riesgo de fallar está garantizado. No sería incorrecto considerar la posibilidad de lograrlo como un imposible. Los casinos funcionan sobre las probabilidades, y sus sistemas encajan en una media estadística, en la cual a la larga siempre ganan y el público siempre pierde. Si el compromiso solo requiriera probar a ver qué pasa, a lo mejor lo inicias, pero seguramente lo abordarías con un criterio escéptico, solo de carácter temporal, viéndolo nada más que un simple juego, previendo igualmente de antemano la imposibilidad de su concreción. Todos sabemos que nada viene fácil, y las cosas “imposibles” son las que más energías demandan para poder alcanzarlas.  Pero si, contra todo pronóstico, lo inicias y comienzas a ganar, la primera, la segunda, la tercera, cada vez obtienes lo necesario para empezar y continuar, mes tras mes, año tras año, todo marcha sobre ruedas, inclusive lo culminas con un broche de oro magnífico; ¿no te preguntarías qué te está pasando? ¿Acaso hay alguien que hace trampas durante años para favorecerte sin decirte quién es? 
Si encima, lo que pudiste hacer fue algo que siempre soñabas con hacerlo, pero sabías que era imposible por las circunstancias particulares de tu vida, y a pesar de todo te sucede como la mejor experiencia de tu vida, un sueño imposible hecho realidad y con un cierre espectacular, ¿no te estarías preguntando cómo pudo ser eso posible apelando solo a las probabilidades y manifestaciones de la ciega materia aleatoria? ¿Dirías que todo fue casualidad?



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